Customers at Haus watch as protest goes by. Photo by Andra Cernavskis

El sábado pasado, un delgado pedazo de vidrio separaba dos mundos. Afuera, cientos de manifestantes marcharon para detener los desalojos en el barrio mientras que los clientes en los cafés y librerías en la calle 24 trabajaban calladamente en sus computadoras portátiles u hojeaban libros. Algunos se preguntaban lo que una protesta podría lograr; otros pensaban que era una simple y sencilla pérdida de tiempo.

Para Eric Hartsukyer, de 23 años de edad, quien trabajan en la industria tecnológica en el centro de la ciudad y vive en el Sunset ya que es más asequible, los cambios que están sucediendo en la ciudad son inevitables.

“Hay una cantidad limitada de espacio en la ciudad y si la gente quiere vivir aquí, la renta puede aumentar”, dijo mientras estaba sentado en Haus Coffee en la calle 24 cerca de la avenida Treat. “Eso puede forzar a la gente que gana menos dinero a salirse, pero no es la culpa de nadie: es la naturaleza del capitalismo. Uno ve a mucha gente quejándose. Creo que es un montón de quejidos y en realidad no apoyo el movimiento en general”.

El movimiento intentó ganar terreno el sábado pasado con una marcha que comenzó en las calles Hampshire y 24 a las dos de la tarde con alrededor de 300 a 400 manifestantes. Erick Arguello, presidente y fundador de la Asociación de Comerciantes de la Calle 24 dijo anteriormente que la manifestación sería una marcha en conjunto con la Asociación de Comerciantes de Valencia. Sin embargo, con algunas excepciones —Andy Blue, por ejemplo, de la exitosa campaña para impedir que Jack Spade tomara la calle 16, habló ante un público al final de la manifestación— parecía que su totalidad era de inquilinos o simpatizantes de otros lados de la ciudad.

Para la hora en que la manifestación llegó a la esquina de las calles 24 y Misión cerca de las 4:30p.m., los danzantes aztecas y los percusionistas de Loco Bloco llegaron habiendo compuesto una gran porción de los manifestantes.

Sin embargo, los oradores tenían mucho que decir sobre los desalojos de inquilinos que han aumentado un 26 por ciento de marzo de 2012 a febrero de 2013, de acuerdo con la Junta Arrendataria de San Francisco.

Muchos fueron desalojados a través de la ley Ellis, los cuales han aumentado 81 por ciento en la misma época, cuando el casero decide desalojar a todos los inquilinos de un edificio y quitar los departamentos del mercado durante cinco años.

Aunque solo un 8.7 por ciento de los desalojos desde 2011 han sucedido en la Misión, algunos de los más recientes incluyen a residentes de un alto perfil que llevan mucho tiempo viviendo en el barrio, como el artista René Yáñez de 71 años de edad, quien además está enfermo, y la propietaria de Chile Lindo, Paula Tejeda. Ambos estaban presentes en la manifestación.

El supervisor del Distrito 9 David Campos declaró que las divisiones en San Francisco representan una historia de dos ciudades. “Tenemos una pequeña cantidad de personas a las que les está yendo muy bien, pero luego tenemos a la gran mayoría de gente, la clase trabajadora y la gente de clase media que está siendo excluida de la prosperidad”, dijo.

El desempleo llegó a un 10.1 por ciento en San Francisco en enero de 2010; desde entonces ha disminuido a 5.9 por ciento, según la Oficina de Estadística del Trabajo.

El sábado pasado, los manifestantes se centraron en la renta y no en los trabajos.

“Estoy aquí porque creo que este movimiento que estamos viendo en este momento es una lucha por la justicia”, dijo la hermana Eaton Asp de las Sisters of Perpetual Indulgence, una organización activista que votó unánimemente para respaldar oficialmente la manifestación. “[Queremos] que la gente que vive aquí, los artistas, la gente que trabaja en los restaurantes u hospitales puedan costear seguir viviendo aquí, no que las saquen de la comunidad con un legado cultural eliminado”.

Los cambios en el Distrito de la Misión comenzaron durante el último boom del punto com a finales de los 90; en la actualidad, aquellos que se mudaron entonces eran considerados veteranos y observan la llegada de los nuevos residentes, techies, o “burgueses”.

Jon Fellman, miembro de la junta directiva de Adobe Books, y Chris Rolls, gerente, presenciaron la manifestación desde el interior del local. Ambos han vivido en el barrio desde hace más de 15 años. “Es una situación difícil”, dijo Fellman. “Hay gente que se está mudando y ocupa casas sin darse cuenta que otra persona tuvo que ser desplazada para que ellos la tuvieran”.

Asimismo, los residentes más antiguos cuestionan lo que los nuevos residentes traerán.

“En cuanto a la nueva estirpe de riqueza que se muda acá, no estoy seguro de haber visto cambios positivos, para ser honestos”, agregó Rolls. “No estoy viendo una gran inversión en la infraestructura de esta ciudad ni mucho interés en movimientos filantrópicos. Solo veo un montón de superioridad y obsesión de sí mismos”.

“Es muy triste ver a estos muchachos que se mudan y le faltan el respeto a la historia de la ciudad y a la gente que ha criado a sus familias aquí desde generaciones”, continuó, en referencia a la cultura latina del barrio. No está claro cómo los nuevos residentes han expresado falta de respeto.

El aumento de rentas obligó a Adobe Books, una cooperativa y librería independiente, a salirse de su local de 24 años en las calles 16 y 24. Su casero quiso rentarle el espacio a Jack Spade, pero esa oportunidad terminó el viernes pasado cuando Jack Spade declaró que la oposición de la comunidad hizo que decidan buscar en otro lugar.

Rolls declaró que “uno puede argumentar de alguna forma que nosotros somos los burgueses porque traemos nuestro negocio que estaba a ocho cuadras de aquí a esta nueva área”.

Rolls lamentó que muchas familias de bajos ingresos están siendo sacadas de la Misión, pero se siente resignado a que eso suceda.

“Es como ver a los animales extintos caminando por la calle con un letrero que pide que no los incineren mientras que es innegable que haya una agitación masiva y cambio en este barrio”, dijo. “Concebir este barrio sin una influencia latina que ha estado aquí desde los últimos 60 años es difícil y muy triste”.

Otros recientes residentes a la calle argumentaron que los cambios son más complicados. Uno de ellos es Ron Mullick, propietario de Haus Coffee, el cual abrió en mayo de 2009.

“Como que resiento esta etiqueta de burgués… solo soy un pequeño negocio”, dijo. “Solo tenemos un agradable espacio limpio para todos. ¿Por qué eso no es parte de la Misión? ¿Por qué se supone que de alguna manera hay que tener un lugar sucio y entonces será parte del barrio?”

“Es un barrio orientado a lo latino, y siempre será de esa forma, lo cual es genial”, siguió. “Nadie está cambiando eso. Se quedará de esa forma si el barrio es de esa forma. Esto solía ser, si uno regresara 100 años, un barrio irlandés. Luego se convirtió en un barrio latino. ¿Deberían los irlandeses regresar y protestar eso?”

Candice Turchin, acupunturista que ha vivido en la Misión desde hace 23 años en un departamento de renta controlada, escuchó a Mullick y agregó que “es un problema social”, argumentó. “Lo que en verdad está pasando aquí es una llegada de internet y trabajos bien pagados, de alta tecnología. Los muchachos que tienen alrededor de 20 y 30 años llegan y les pagan una cantidad de dinero exorbitante que está muy fuera del equilibrio con el resto de los Estados Unidos. Estamos en una pequeña burbuja”.

Turchin declaró que tendría que irse del Área de la Bahía si perdiera su departamento de renta controlada a causa del desalojo.

“De cualquier forma, es una de esas cosas”, dijo Mullick. “Es así que son las cosas”.

El sábado pasado, los manifestantes que pasaron caminando por esta cafetería estuvieron en desacuerdo. Quieren normas que protejan a los residentes de hace tiempo de los desalojos.

“En verdad debemos observar las leyes estatales, pero también necesitamos observar las leyes locales y asumir una posición”, dijo Leila Salazar-López, directora de programas en Amazon Watch, así como madre joven de dos quien está enfrentándose a un desalojo de su hogar en las calles 23 y Florida. “El gobierno local tiene que intervenir y participar. Tiene que haber un aplazamiento en los desalojos de la ley Ellis y un aplazamiento en la especulación que sucede en nuestra comunidad”.

Todos los residentes de su edificio de diez unidades recibieron hace poco avisos de desalojo a través de la ley Ellis. En los avisos, les pedían que se mudaran en 120 días. Todos se negaron y han pedido extensiones.

Los pedidos de un aplazamiento a los desalojos a través de la ley Ellis obtuvieron un poco de apoyo de los líderes políticos que asistieron a la marcha. “Apoyo el esfuerzo de tener una acción directa para detener que sucedan los desalojos”, dijo el supervisor del Distrito 11 John Ávalos, quien se unió a los demás políticos en la manifestación. “Estamos aquí, literalmente poniendo nuestros cuerpos en el piso para mantener a la gente en esta ciudad porque estamos perdiendo lo mejor de lo que es San Francisco”.

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Andra Cernavskis is a student at UC Berkeley's Graduate School of Journalism. She is Canadian by birth but grew up in New Jersey and then San Francisco's Miraloma neighborhood. She has also spent time in Toronto, Buffalo, and Montreal. The Mission is one of her favorite neighborhoods, and she is thrilled to be back reporting in San Francisco.

Heather Mack, 30, has spent most of her life outdoors and often hangs out in the less-frequented parks of San Francisco to avoid the crowds of places like Dolores Park on a Saturday. She believes that everyone is happier when they are outdoors, even if they don’t. At Mission Local, Heather wants to explore what healthy living in the Mission looks like for all socioeconomic classes.

Lynne Shallcross was stressed and tired after walking three miles without finding an open community clinic. “Is this what it's like for Mission residents who work full-time?” she wondered. Having walked in their shoes, she feels compelled to write about accessible healthcare in the Mission.

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