Traducido por Andrea Valencia

Jueves, 14 de octubre

Un minuto después de haber comenzado la clase de Recursos para Compañeros que imparte Gary Cruz y los alumnos ya se encuentran anotando en los mismos cuadernos blanco y negro que hay en todo el país y que usan los alumnos.

Escriben sobre una época en la que recibían una crítica que no era constructiva.

Uno de los diarios decía: “Fue mi papá. Cuando le dije que quería ir a la universidad estatal de Los Ángeles o San Diego y me dijo que eso no era lo suficientemente bueno. Podría haberme hecho sentir menos mal o me podría haber apoyado”.

Para esta clase, dijo Cruz, los alumnos se capacitaran con observaciones de la clase.

“Dos o tres de ustedes se sentarán en la parte de atrás del aula, tomarán notas y evaluarán al profesor”.

“¡Sí!” grita medio susurrando una muchacha con cabello hasta la oreja. La muchacha junto a ella se ríe.

Cruz les presenta a un orador invitado de la Coalición de San Francisco de Escuelas Pequeñas. Greg Peters trabaja con adultos sobre cómo dar una crítica constructiva, dijo Cruz. También es el compañero de Cruz.

Después de las presentaciones a la clase, Peters le explica a la clase por qué es tan importante.

“Queremos que los profesores mejoren en lo que hacen”.

Los adultos son más abiertos a hacerlo con adultos, en lugar de que otros adultos vengan a su clase, dijo.

“¿Cuántos de ustedes han dicho alguna vez ‘Desearía darles a los profesores una crítica constructiva sobre lo que hacen bien o mal’ ‘quisiera poder hacer más esto’?”

Sorprendentemente, sólo cuatro o cinco de sus alumnos levantaron la mano.

Den un ejemplo, dijo Peters.

“En esta clase, jugamos juegos y a todo mundo le gustan”, dijo la misma muchacha de cabello corto.

Una diapositiva aparece en el proyector que diferencia las palabras Rebelde y Activista.

Un rebelde necesita decir algo. Un activista necesita ser escuchado.

“Algunas veces las escuelas no permiten que los alumnos se expresen”, dijo Peters.

“Queremos que los alumnos se sientan emocionados de poder decir algo y que alguien los escuche. ¿Qué les parece?”

Los alumnos permanecen en silencio.

“Creo que la mayoría de ustedes se inclinan por el activismo debido a su naturaleza”, los convence Cruz.

Los alumnos, dos o cuatro por mesa, hablan de sus respuestas en los diarios y sobre si piensan ser activistas o rebeldes.

Dos muchachas están platicando en la mesa enfrente de mí y una de ellas –que viste una playera a rayas blanca y negra y shorts de mezclilla- dice algo que es imposible de escuchar desde donde estoy sentada.

“No podía pensar en nada”, dijo la muchacha enfrente de ella, quien tiene el cabello trenzado.

“Está bien”, respondió la muchacha de la playera a rayas antes de beber de una lata de Red Bull. Al mismo tiempo, la otra muchacha mete un popote en su bolsillo Capri Sun para abrirlo.

Cruz pasa cerca de las dos muchachas y rápidamente se dirige hacia la muchacha en playera a rayas. “Tú crees que eres una rebelde, pero yo creo que eres más bien una activista”.

“Ah, ¿escuchaste eso? ¡Wow!” contestó.

Para el resto de la clase, Peters hace que los alumnos experimenten con diferentes técnicas para dar una critica constructiva positiva o negativa.

Les dice que eviten usar frases como “¿sabes qué deberías haber hecho?” y “bueno, si yo fuera tú, hubiera…”

Otra de las frases a evitar: “No te preocupes, no todos podemos ser buenos en algo”.

Todos estos ejemplos son frases reales que han usado.

Después de haber dicho la última frase, las dos muchachas gritaron al mismo tiempo “ ¡Ay qué malo!”

Hay mucha información que anotar, y los alumnos llenan rápidamente las hojas de los cuadernos con las notas de Cornell.

Peters los alienta a que hablen sobre sus observaciones, y no sobre lo que otros dicen. Hagan uso de oraciones empezando con ‘me pregunto si…’, dijo, algo como “m pregunto cómo se vería esto”.

Llega el momento en el que se anuncia que es momento de estar callados.

“Eso fue mucho. Lo aguantaron y tomaron apuntes. Gracias por hacerlo”, dijo Cruz.

“Pensé que podían dar lo mejor de ustedes. Sé que pueden hacerlo”.

Los alumnos van hacia el frente de la clase para un momento de silencio; ahí apilan sus diarios y Cruz les deja un estante de libros de donde escoger.

“Me ayuda a escoger libros, así que hay que enseñarle que los usamos”, dijo Cruz al referirse a Peters.

“Voy a tiendas de doble uso y digo, ‘ese es uno bueno’”, añadió.

“Aquí hay uno”, dijo Peters habiendo agarrado un libro de la mesa que tenía el proyector. “Se llama ‘First in My Family’, y se trata de ser el primero en la familia en ir a la universidad”.

Peters fue el primero de su familia en ir a la universidad.

“Aquí hay muchos”.

Follow Us

Andrea hails from Mexico City and lives in the Mission where she works as a community interpreter. She has been involved with Mission Local since 2009 working as a translator and reporter.

Leave a comment

Please keep your comments short and civil. Do not leave multiple comments under multiple names on one article. We will zap comments that fail to adhere to these short and very easy-to-follow rules.

Your email address will not be published. Required fields are marked *