Hace poco, Rainbow Grocery votó de manera colectiva para terminar con su popular día del cupón, lo que quiere decir que este mes será el último mes de a) abastecerse de alga marina natural, lujosos utensilios de cocina, botellas caras de alcohol, y otros artículos no perecederos como si fuera el fin del mundo y nunca más habrá una oportunidad para volver a comprar nada otra vez o b) evitar ir a Rainbow como la plaga lo hace en martes, miércoles y jueves porque se parece a la evacuación que hubo en Saigón y uno tiene cosas que hacer en lugar de leer Moby Dick durante media hora mientras espera formado detrás de un gigantesco carrito lleno de lentejas beluga y polen de abeja.
“La tienda ganaba dinero en días de cupón”, escribió Sarah, quien forma parte del comité de relaciones públicas del local, en un correo electrónico con Mission Loc@l. “Pero había un precio no monetario a la forma en que funcionaba”.
La preocupación vino, añadió, cuando la tienda estaba tan abarrotada de gente durante los días de cupón que era un riesgo perder a clientes fieles y de hace tiempo. Además, abrumar a los empleados no hacía que mejoraran bajo la incesante adrenalina que existe cuando se trabaja en una tienda abarrotada de gente.
Habrá otros cupones, tal vez –eso todavía no se ha decidido. Y sin mencionar que ya existen varios descuentos disponibles de por sí. Es sólo que ese cupón en particular ya va de salida. Inicialmente se creó como un intento para hacer que algunos de los clientes de los fines de semana compraran entre semana, y se convirtió en su propio fenómeno generador de multitudes.
¿Qué compraba la gente en el día del cupón? “Lo mismo, pero en mayor cantidad”, dijo Sarah. La mesura y la crisis jugaron un papel en impulsar a los clientes, pero para muchos hay algo sobre el día del cupón que superaba la lógica. “Hubo un fenómeno extraño”, escribió Sarah, “en el que aunque ya ofrecíamos 20% menos en compras de vitaminas con un total de $400 dólares, la gente quería comprar TODAS las vitaminas con sus cupones, y de cualquier forma terminaban gastando $400 dólares en vitaminas”.
Así que adiós a todo eso. Adió a los debates éticos sobre cuándo es aceptable arrancar los cupones de Rainbow que están en los directorios telefónicos enfrente del departamento de su vecino. Adiós a la euforia que uno puede sentir al encontrar un directorio telefónico abandonado, y a la decepción venidera e inevitable al descubrir que había cosechado todos los cupones de Rainbow y que alguien ya había llegado antes por ellos. Adiós a hacer uso de una pequeña pieza de papel para justificar la compra de algo muy, muy tonto. Adiós a la oportunidad incomparable e interminable de observar los carritos llenos de víveres de extraños y adivinar lo que su vida hogareña debe ser, con todo ese tofu. Adiós a escuchar a los niños quejarse y rogar por que les den un dulce de alga marina durante 20 minutos consecutivos, aparentemente sin detenerse para respirar.
Tuvimos unos cuantos buenos años. Día del cupón, brindaremos en tu honor en Valhalla.
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