El consulado general mexicano de San Francisco opinó que el asesinato de un cocinero el pasado octubre ha sido el último incidente en lo que calificó como ataques específicos en contra de la comunidad maya de la ciudad.

“Es algo que nos preocupa bastante”, dijo Carlos Isauro Félix-Díaz, cónsul general. “Para nosotros es fundamental evitar este tipo de circunstancias en las que nuestros paisanos, los yucatecos, se han visto en dichas agresiones”.

Alrededor de las dos de la madrugada del 16 de octubre, cerca de las calles 16 y Valencia, José Chuc Mul, un cocinero de 40 años de edad, tuvo una disputa con alrededor de doce personas que terminaron golpeándolo gravemente. Chuc Mul falleció a causa de sus lesiones días después del incidente, precisó la policía.

En respuesta, el consulado convino una reunión en noviembre entre líderes de la comunidad maya y el jefe de la policía, Greg Suhr, para hablar de las medidas de seguridad.

Asociación Mayab, una organización sin fines de lucro que atiende a la comunidad maya de San Francisco, exigió que el departamento de policía contrate a un intérprete para que trabaje con la comunidad, la cual ha aumentado de 15,000 a 20,000 en la última década.

“Lo entiendo, jefe, por ejemplo hay programas en la estación de la Misión que ofrecen servicio en español, y eso está muy bien pero en el caso de nuestra comunidad no es suficiente”, dijo Alberto Pérez, director de programas de Asociación Mayab. “Hay mucha gente en nuestra comunidad que es bilingüe, que habla español y maya, pero muchos de ellos prefieren hablar en maya e incluso lo prefieren en situaciones en las que son estresantes, como al hablar con un agente”.

Al término de la reunión, el jefe acordó contratar a intérpretes de maya.

Asimismo, los líderes de la comunidad le dijeron al jefe de la policía que los principales infractores son pandilleros, indigentes y asaltantes seriales. Los mayas son un blanco, dijeron los organizadores, porque trabajan hasta tarde por la noche, se sabe que cargan dinero en efectivo y son una población vulnerable que a menudo no denuncia delitos debido a la barrera del idioma y a la desconfianza.

“Uno de los problemas más grandes es el de indigentes que agreden a latinos”, dijo Ángel Granados, presidente de la Federación de Clubes Yucatecos del Norte de California, una organización que representa a comunidades maya en el Área de la Bahía. “Algunas veces [los indigentes] se enojan y los persiguen”.

En la reunión, Suhr ofreció consejos básicos de seguridad como nunca vestir colores azul o rojo —colores de pandillas. También sugirió que por la noche caminen por la calle Valencia en lugar de las calles que casi no son transitadas y en donde a menudo suceden incidentes.

“Alrededor de ocho de cada 10 indigentes padecen de algún tipo de enfermedad mental o de algún problema con drogas o alcohol”, le dijo Suhr a un público de alrededor de 25 personas. “En realidad uno no puede razonar con alguien que está loco o drogado. Así que como tiene ocho de diez oportunidades de que la persona esté loca o drogada o ambas, lo mejor es alejarse”.

Félix-Díaz quiso recordarle a los residentes que la policía está de su lado.

“Esta no es una policía que agreda a mexicanos, no es un departamento de policía que actúa como el de inmigración”, dijo Félix-Díaz.

Juanita Quintero, coordinadora de servicios del Instituto Familiar de la Raza que trabaja con la población maya, opinó que muchos en la comunidad provienen de áreas rurales en las que sólo hablan el idioma indígena.

Quintero recordó un reciente incidente en el que asaltaron a un señor y se dirigió a las oficinas del instituto en busca de ayuda para tramitar una denuncia policial.

“Les dan trabajos en los que salen a las dos o tres de la madrugada y luego tienen que tomar el autobús para regresar a casa”, dijo Quintero. “En ese momento están en riesgo, pero no lo saben”.

La población maya de la ciudad, que proviene de la península de Yucatán en el sur de México y Centroamérica, se encuentra en su mayoría en los hoteles de ocupación individual cerca de las calles 16 y Misión y en el Tenderloin —áreas que la pandilla Sureño establece como propias.

“A las pandillas realmente no les importa si uno pertenece o no a una pandilla”, dijo Suhr. “Seguramente asaltarán a la gente, intimidarán a la gente. Si se es joven, algunas veces intentan intimidar para que se hagan miembros de la pandilla”.

El 30 de agosto de 2011, Gaspar Puch-Tzek, cocinero originario de Yucatán, estaba fumando un cigarrillo con sus compañeros de trabajo afuera de Hog & Rocks, un bar y restaurante en la calle 19, cuando dos jóvenes se le acercaron y le preguntaron a qué pandilla pertenecía. Cuando les contestó que a ninguna, uno de los jóvenes le disparó a muerte.

A principios de este verano, le dispararon a un trabajador de una pizzería en el abdomen poco después de una breve disputa con alguien que sus conocidos describieron como miembro de una pandilla. Poco después se recuperó.

En la reunión de noviembre, los vecinos le dijeron al jefe de la policía de los asaltos y agresiones que no denunciaron.

Las agresiones en contra de los residentes maya han estado sucediendo desde principios del 2000 cuando un grupo maya creó un fondo de emergencia —el cual todavía existe— para ayudar a las familias a enviar los cuerpos de las víctimas a su país de origen.

Las agresiones han hecho que Asociación Mayab haya pasado de ser una organización de conservación cultural a  proveedor de servicios. Cuando alguien en la comunidad necesita enviar un cuerpo al país de origen, el grupo hace arreglos y le da a la familia un poco de dinero, a menudo alrededor de $500.

Pérez tuvo un grupo de discusión entre la comunidad maya y uno de los temas recurrentes, precisó, es que creen ser un blanco por su origen étnico: “Por como nos vemos y nuestras acciones, nos reconocen. No nos podemos esconder: tenemos una estética específica y eso es lo que usan para identificarnos”.

“Los mayas, somos pequeños en estatura y no representamos la edad que aparentamos”, dijo Quintero. “Los hombres se ven más jóvenes de lo que en realidad son y son confundidos por adolescentes, y son tal vez acosados”.

La gran mayoría de mayas en los Estados Unidos son migrantes económicos que no pueden encontrar trabajo en Yucatán y que aquí viven en una pobreza extrema. En casa, sus paisanos los aislan debido a su apariencia de indígena y porque hablan un idioma diferente.

En los Estados Unidos, las cosas no son muy diferentes.

“Varía entre comentarios groseros, términos peyorativos y violencia física”, dijo Pérez.

Algunos inmigrantes maya han sido intimidados para que se unan a la pandilla Sureño o están en busca de protección en un lugar que es extraño para ellos, dijo Granados. Algunos de los que se convierten en pandilleros y son deportados a su lugar de origen importan la cultura de pandillas al estado de Yucatán.

Durante las vacaciones del Día de Gracias, una congregación de alcaldes de las ciudades de Yucatán visitaron al Supervisor David Campos. Hablaron de la población maya en su totalidad, pero también de los niveles crecientes de delincuencia desde el año pasado cuando los miembros de pandillas fueron deportados a México.

“Los niños en Yucatán crecen con esa cultura”, dijo Granados. “’Me gusta el color azul’, dicen, porque creen que está de moda y tiene estilo”.

En los Estados Unidos, los padres tienen que pelear una batalla de territorio con pandillas, dijo Granados.

En la reunión de noviembre, los miembros de la comunidad recomendaron que la policía hable con los padres de familia sobre cómo identificar las señales de que sus hijos puedan pertenecer a una pandilla. La estación de policía de la Misión ya tiene un programa en el que los agentes van a las secundarias —la edad más vulnerable— y hablan con los estudiantes y padres de familia sobre los peligros de las pandillas.

En cuanto al homicidio de Chuc Mul, la policía sigue en busca de los cinco sospechosos que fueron capturados en video. El cuerpo de Chuc Mul fue enviado a Santa Elena, Yucatán, gracias a los fondos que dio la gente de su pueblo, la comunidad de San Francisco y una recaudación de fondos del restaurante Serpentine, en donde trabajaba.

Follow Us

Rigoberto Hernandez is a journalism student at San Francisco State University. He has interned at The Oregonian and The Orange County Register, but prefers to report on the Mission District. In his spare time he can be found riding his bike around the city, going to Giants games and admiring the Stable building.

Leave a comment

Please keep your comments short and civil. Do not leave multiple comments under multiple names on one article. We will zap comments that fail to adhere to these short and very easy-to-follow rules.

Your email address will not be published. Required fields are marked *