Traducción por: Neus Valencia
A finales de junio, en Sunnydale hubo una fiesta muy emocionante, con strippers y personas de varias de las familias que viven en el proyecto de vivienda pública de más de 700 unidades en Visitacion Valley. Unos días después, uno de los jóvenes que anduvo en la fiesta se metió en problemas. En las pruebas de rutina realizadas en el centro de menores, dio positivo por COVID-19.
No está claro quién recibió la primera llamada, pero Drew Jenkins, líder de la comunidad que trabaja para Mercy Housing, que administra el proyecto de viviendas de Sunnydale, fue el primero en la lista, lo cual fue una suerte. Gracias a la rápida acción a nivel local y al apoyo de su comunidad y de los contactos de la UCSF, Sunnydale pudo contener la propagación del virus.
La experiencia muestra que un enfoque hiperlocal para el rastreo de contactos y las pruebas puede funcionar, dijeron los trabajadores de la salud. Y es otro ejemplo de cómo Bayview Hunter’s Point, Sunnydale, Visitacion Valley y la Misión — comunidades del sureste de San Francisco que juntas representan el 31 por ciento de los casos de COVID de la ciudad — han tenido que presionar fuertemente para conseguir que se implementen sitios de pruebas.
“Nos dieron un buen susto”, dijo Jenkins en una mañana de jueves hace poco, en un sitio de pruebas en el Centro Comunitario de Sunnydale que abrió en julio después del brote.
Sin ningún tipo de capacitación formal en el rastreo de contactos, Jenkins y su amigo Larry Jones, líder de la comunidad que también trabaja para Mercy Housing, averiguaron “quiénes se reunieron con quién y a quiénes podíamos llamar en la familia para persuadirlos de que se hicieran la prueba”, dijo Jenkins. No obstante, hacerse la prueba resultó difícil.
“No estaba funcionando realmente como queríamos”, dijo. “Puede ser frustrante cuando a la gente se le niega la prueba. Pueden recibir el mensaje equivocado. Se sienten muy rechazados”.
Así que Jenkins y Jones enviaron correos electrónicos para pedir ayuda a varias personas incluyendo a la Dra. Monique LeSarre, directora ejecutiva de la Rafiki Coalition, un centro de salud y bienestar en Bayview, y a la Dra. Kim Rhoads, profesora de epidemiología y bioestadística de la UC de San Francisco y directora de compromiso comunitario del centro oncológico de la UCSF. Rhoads había ayudado a organizar otra campaña de pruebas de la UCSF en el vecindario.
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Rhoads y LeSarre trabajaron juntas, cada una presionando a su manera, comentó LeSarre. También le pidieron ayuda a Theo Miller, director de SF Hope, una organización sin fines de lucro que trabaja con la ciudad, y San Francisco Foundation, que se encargó de la reconstrucción en Sunnydale.
El 27 de junio, la comunidad ya había planeado ofrecer educación pública sobre el coronavirus en la celebración anual del Día de la Familia de Sunnydale. Con días de sobra, lograron persuadir al Departamento de Salud para que implementara pruebas.
Ese día, nueve de las 118 personas que se hicieron la prueba resultaron positivas, una tasa de positividad del 7.6 por ciento.
La semana siguiente, el Departamento de Salud Pública abrió un sitio móvil de pruebas en el jardín de la oficina de alquiler de Sunnydale. De 76 personas examinadas, siete dieron positivo — una tasa de positividad del 9.2 por ciento.
“Pudimos ver cómo se propagaba el virus calle por calle”, dijo Rhoads. Con la ayuda de personas locales como Jenkins y Jones que se pusieron a trabajar persuadiendo a las familias para que se pusieran en cuarentena, ofreciendo servicios de apoyo como entrega de alimentos y educación pública continua.
“Al principio, mucha gente no estaba familiarizada con el virus”, dijo Jenkins. Gracias a la rápida respuesta “fuimos capaces de contenerlo. Comenzamos muy bien”.
Los dos jueves siguientes, el 9 y el 16 de julio, sólo una de cada 100 personas dio positivo y después una de cada 77.
Los resultados validaron lo importante que fue un esfuerzo comunitario absoluto.
No obstante, lo que sucedió después muestra lo rápido que esa validación puede ser borrada.
Las pruebas de Sunnydale del 23 de julio fueron a un laboratorio externo en lugar de al laboratorio de la ciudad, y los resultados fueron agrupados con todas las pruebas enviadas al laboratorio ese día. Como resultado, fue más difícil actualizar la situación en Sunnydale, lo cual era una forma importante para lograr que participaran los residentes locales.
“La comunidad tiene que recibir la atención que se ajuste a la manera en que funciona la misma comunidad y no a la manera en que piensa que funciona el Departamento de Salud Pública”, dijo LeSarre.
Rhoads y LeSarre quisieran ver que algún día todos los grupos de la comunidad participaran en las llamadas semanales con el Departamento de Salud Pública que comenzaron el viernes antepasado. En caso de un brote, se realizarían pruebas en los puntos donde se originó el brote y también habría pruebas disponibles en las clínicas locales de los vecindarios para que cualquier persona con síntomas pudiera hacerse la prueba rápidamente.
LeSarre dijo que las comunidades se rehúsan a pelearse entre ellas por los recursos y agregó que el Grupo de Trabajo Latino ya ha sido de gran ayuda en Sunnydale y en otros lugares del sureste. Los activistas locales entienden el beneficio de usar a la gente de la comunidad para lograr que se hagan las cosas y quieren ver eso en la estrategia de COVID del gobierno de la ciudad. Al igual que los médicos de la UCSF que han trabajado con los grupos locales.
“El DPH (Departamento de Salud Pública) está tratando de operar como de costumbre, pero es una situación fuera de lo normal, y ese es el problema con el rastreo de contactos, toma una eternidad”, dijo Rhoads. Con personas como Jenkins y Jones a nivel local, “se aprovecha al máximo ese activo”.
La Dra. Carina Márquez, que también es de la UCSF y ha trabajado estrechamente con el Grupo de Trabajo Latino, está de acuerdo en los beneficios que trae participar localmente. Según Márquez, el estudio de la Misión nunca se habría logrado sin la ayuda del Grupo de Trabajo Latino.
A los defensores locales de la salud pública les gustaría que se contrataran más rastreadores de contactos que conozcan a las comunidades en las que trabajan, y que los resultados de las pruebas llegaran lo suficientemente rápido como para evitar que los portadores asintomáticos propaguen el virus. Quieren ver que los funcionarios de salud de la ciudad hagan lo que dicen que hacen: basarse en los datos y la ciencia para establecer la estrategia de la ciudad.
Aunque se han logrado cosas, LeSarre dijo, “Ha sido una lucha. Hemos presionado mucho y aun así, los recursos no nos llegan como a otras áreas”.
Desde que comenzó la pandemia, en los datos de la ciudad se han demostrado que los barrios del sudeste han sido afectados de manera desproporcionada: Bayview Hunter’s Point tiene 245 casos por cada 10,000 residentes; Visitacion Valley, que incluye Sunnydale, tiene 163 casos por cada 10,000, y la Misión tiene 164 casos por cada 10,000 residentes. Esto se compara con lugares como la Marina, con 49.7 casos por cada 10,000; Noe Valley, 39.1 casos por cada 10,000; y Nob Hill 45.9 casos por cada 10,000.
Tuvo que haber un brote en Sunnydale para lograr que se hicieran pruebas allí. Los activistas de la misión negociaron durante meses para que finalmente se hicieran pruebas en el centro de la calle Alabama (Alabama Hub) y cada semana han tenido que pelear para que se aumente el número de pruebas. Recientemente — de nuevo gracias a la ayuda de la UCSF — el Grupo de Trabajo Latino ha abierto el miércoles y el viernes un sitio de pruebas en la estación del BART de la calle 24. La demanda fue tan alta en su primera semana que se quedaron sin pruebas en ambos días.
A finales del mes pasado, la alcaldesa London Breed anunció que la ciudad abrirá un sitio de pruebas más permanente en el área sureste que ha sido altamente afectada. No obstante, para esta semana aún no se ha elegido la ubicación de ese sitio, escribió un vocero del Departamento de Salud Pública.
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