San Francisco planea expandir masivamente las pruebas de COVID-19, pero aún no se alcanza la capacidad que el Departamento de Salud dijo que la ciudad tenía en abril.
Traducción por: Neus Valencia
Mucho antes del amanecer, emergen figuras enmascaradas de lugares desconocidos que comienzan a formarse para realizarse la prueba de COVID-19. Son trabajadores de construcción, empleados de limpieza y de cocina – los llamados “trabajadores esenciales” a los que se les da una palmadita en la espalda por su esfuerzo de mantener a la sociedad unida, para luego mandarlos de regreso a sus trabajos y a una vida llena de problemas.
Muchos son inmigrantes, y casi todos son hispanohablantes. Si usted es lo suficientemente afortunado para sobrellevar la pandemia en un lugar cómodo, estas son las personas que usted sólo verá mientras realiza alguna transacción: los verá construyendo, remodelando o limpiando alguna casa; ellos también están preparando y entregando la comida que usted consume. Y están aquí antes de las 7 a.m. en el sitio de pruebas semanales de COVID-19, que implementó el Grupo de Trabajo Latino de la Misión.
A la sombra de las 10 a.m., los miembros del equipo de trabajo, junto con representantes del Departamento de Salud Pública, el equipo de pruebas genómicas de Color y uno que otro transeúnte forman un círculo de oración. Se encienden fardos de salvia y, a las 10, comienzan las pruebas de COVID-19.
Pero esto casi no se llevó a cabo.
En la víspera del 16 de julio, los organizadores del Grupo de Trabajo Latino dijeron que el Departamento de Salud Pública les informó que se les asignarían sólo 100 pruebas. La discusión siguió y, al final, el sitio de la Misión terminó realizando pruebas a más de 350 personas antes de quedarse sin suministros 90 minutos antes de lo previsto.
La tarde del 23 de julio, los organizadores del Equipo Latino de Trabajo dijeron que el Departamento de Salud Pública les dijo que sólo se les asignarían 200 pruebas. La discusión escaló, hasta que el Grupo de Trabajo Latino dejó claro que estaban dispuestos a manifestarse de manera escandalosa en lugar de hacer las pruebas.
Se les asignaron 300 pruebas.
Un día después, en una soleada mañana de jueves, hombres y mujeres se sentaron en sillas plegables blancas en medio de la calle Alabama, tratando de ignorar el conflicto y el ultimátum del día anterior. El organizador Jon Jacobo, vestido con un cubrebocas negro que complementaba su sudadera de los Gigantes, se hizo cargo de todo.
“Cada semana, tenemos que luchar por tener más capacidad para realizar las pruebas”, dijo suspirando. “Entiendo que, a nivel federal, nuestro líder es un bufón. Lo que no entiendo es que, en una ciudad como la nuestra, con un presupuesto de $12,000 mil millones y los brillantes líderes que presumimos tener, han pasado siete meses y no podemos entenderlo: esta es la Zona Cero. Si quieren detener el brote, hagan la prueba aquí. Pongan sus recursos en el corredor sudeste de la ciudad. Especialmente si tienen recursos limitados”.
Los manifestantes amenazaron con “levantar algo de polvo” si fuese necesario. En relación con esas pruebas, dijo Jacobo: La obligación y la razón de ser del Grupo de Trabajo Latino es cuidar a su comunidad.
Y eso es así. Pero esto es ostensiblemente también la obligación y razón de ser del Departamento de Salud Pública. Y, si bien se puede esperar que un grupo de activistas de la comunidad haga y deba hacer lo que tiene que hacer, este incesante entrometimiento de último minuto, así como las peleas, el drama y la negociación revelan que de fondo hay una falta de coordinación en la metodología, en la organización y en la forma en que esta ciudad distribuye sus recursos para realizar las pruebas de COVID-19.
Esa estrategia puede ser difícil de analizar. Al igual que, francamente, el verdadero alcance de los recursos de la ciudad.
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La Dr. Kim Rhoads es una profesora de epidemiología y bioestadística de la Universidad de California en San Francisco, y directora de la Oficina de Participación Comunitaria de la facultad. En sus esfuerzos por llevar las pruebas equitativas a los barrios de la ciudad, ha preguntado al Departamento de Salud Pública – en más de una ocasión – cuántas pruebas puede administrar y procesar. Y aún no ha recibido una respuesta directa.
La Dr. Kim no desea interpretar esto de mala forma, pero “lo que estoy averiguando sobre el Departamento de Salud Pública es que siempre depende de con quién se hable”, dice. “Se obtienen diferentes respuestas de diferentes personas en diferentes momentos”.
Los residentes Latinx representan el 15 por ciento de la población de San Francisco, pero el 49.4 por ciento de los casos de la ciudad. La Misión tiene 149 casos positivos por COVID-19 por cada 10,000 residentes. Bayview-Hunters Point es el peor: 198.7 casos por cada 10,000.
Los grupos como el Grupo de Trabajo Latino han podido atravesar el pantano y obtener al menos algo de lo que sus comunidades necesitan. Pero otros grupos, que atienden a comunidades igualmente afectadas – o tal vez incluso peor – no lo han logrado.
“Lo que veo es que la gente se harta de la burocracia, así que la evitan”, continúa Rhoads. “Y eso es admirable. Pero significa que las cosas son dispares. Somos capaces de obtener recursos para un área, pero no para otra.”
Y, la próxima semana, ¿quién sabe?

San Francisco es una ciudad que, incluso en las mejores circunstancias, apenas logra mantenerse unida.
De esta manera, nuestro enfoque de las pruebas suena familiar: Estamos gastando más y haciendo más y aparentemente haciéndolo mejor que la mayoría de los demás – pero aun así apenas y nos mantenemos unidos.
“Estamos haciendo más pruebas que los condados vecinos por lo menos en un 50 por ciento; estamos haciendo más pruebas que 49 de los otros 50 estados”, dijo la directora del Departamento de Control de Emergencias, Mary Ellen Carroll, en un informe del 13 de julio de 2020 a la Junta de Supervisores. “San Francisco ha hecho más pruebas per cápita que cualquier otra ciudad o condado de los Estados Unidos.”
Y todo eso es cierto. Y sin embargo, en el momento en que esto se decía, un trabajador esencial – con múltiples síntomas potenciales de COVID-19 – podía entrar al sitio web de CityTestSF y tener que esperar dos semanas para una prueba.
También en este período, los residentes de la ciudad que se hicieron las pruebas de COVID-19 en los sitios temporales de los barrios tuvieron que esperar casi dos semanas por los resultados – un lento cambio que hizo que las pruebas se volvieran herramientas inútiles.
Puede que estemos haciendo más pruebas que nadie, pero eso no importa cuando la gente tiene que esperar por una eternidad para una cita o un resultado.
“Si estás enfermo, ¿vas a esperar en casa durante 11 días para una prueba? No, vas a salir y potencialmente propagarlo,” dice el Dr. Jake Scott.
Scott es un especialista en enfermedades infecciosas en Stanford cuyo trabajo diario implica el tratamiento de pacientes con COVID-19. Cuando recientemente le dio fiebre y escalofríos, le dijeron que le llevaría varios días agendar una cita y varios más para procesar la prueba. Terminó conduciendo hasta la sala de urgencias para hacerse una prueba rápida (la prueba resultó negativa).
“Este es un ejemplo de lo increíblemente difícil que es incluso obtener información sobre cómo hacerse la prueba. Tengo todos los recursos a mi disposición. ¡Soy un médico de enfermedades infecciosas! Y ni siquiera yo pude averiguarlo”.
“La incapacidad que nuestro país tuvo para realizar adecuadamente las pruebas a sus ciudadanos ha sido nuestro mayor fracaso”, continúa. “Y el problema persiste”.
Como tal, la alcaldesa de London Breed y el director de salud, Dr. Grant Colfax, anunciaron la semana pasada un aumento masivo de la capacidad de pruebas, añadiendo unos 1,400 cupos para pruebas diarias al promedio de unos 3,200 que la ciudad ha gestionado en las últimas semanas.
Color, el laboratorio que procesará las pruebas y que también trabaja con los condados de Marin y Alameda, nos dice que puede realizar 10,000 al día en sus instalaciones de Burlingame, y 10,000 más en su laboratorio de la Costa Este. Carbon Health, que proveerá el personal de los sitios, dice que se ha movilizado, a petición de la ciudad, para cuadruplicar su fuerza de trabajo.
Al mismo tiempo, una orden de salud de la semana pasada ordenó a las instalaciones de salud del sector privado realizar más pruebas de COVID-19, abriendo algunos de esos espacios proporcionados por la ciudad para las personas que realmente los necesitan.

Todo ello, por el bien de todos, y sin embargo, ¿por qué las ruedas casi se salen del aparato de pruebas de San Francisco en julio, cuando empezamos a hacer unas 3,000 pruebas al día?
Después de todo, ya en abril, el Departamento de Salud Pública declaró que nuestra capacidad de pruebas diarias, entre sus propias instalaciones y las de las instituciones asociadas, era de 4,300 – con el laboratorio Color capaz de añadir 1,500 más a eso.
Estas cifras se repetían, frecuentemente, tanto en público como tras puertas cerradas; se citaban en la prensa local y nacional.
Una vez más, no es que uno quiera decir que hay malas intenciones, pero esas cifras, claramente, no son exactas.
¿Cómo es que los funcionarios de salud pública nos hicieron creer que la ciudad tenía la capacidad de realizar y procesar 5,800 pruebas al día?
En resumen, algunas de las asociaciones con las que la ciudad contaba en abril no parecen haber dado resultado.
El laboratorio Biohub Chan Zuckerberg de Mission Bay, entre otros, fue incluido en las declaraciones del Departamento de Salud sobre las 4,300 pruebas diarias. Pero, en ese momento, el laboratorio Biohub no tenía una interfaz para registrar de manera expedita la raza y la etnia de los sujetos de prueba. Eso es un asunto serio en un lugar tan estratificado racialmente como San Francisco, que ha tenido tasas de infección tan fantásticamente desproporcionadas para Latinxs. Y San Francisco aún no ha incluido al Biohub en su rotación regular de pruebas.
Entonces, ¿cuál es nuestra capacidad en este momento? Es difícil de decir, pero, sin depender de proveedores externos, el Departamento de Salud Pública afirma que puede procesar alrededor de 1,050 pruebas al día entre el laboratorio de salud pública (660 al día) y la clínica del Hospital General (390 al día). Cuando éstos excedieron su capacidad, se produjeron retrasos increíbles en los recientes resultados de las pruebas emergentes.
Mientras tanto, el laboratorio Color ha pasado de proporcionar 1,500 pruebas al día en abril a 2,000 actualmente, según nos dicen sus gerentes. Con los 1,400 espacios más que la ciudad le está pidiendo, Color podría pronto estar procesando 3,400 pruebas al día.
Joe DeRisi, un especialista en enfermedades infecciosas y copresidente del Biohub, dijo que el problema de la interfaz se ha resuelto – pero, en la actualidad, la capacidad del Biohub de 2,688 pruebas al día se comparte con unos 30 de los 58 condados del estado. El procesamiento es gratuito y más del 90 por ciento de las pruebas se procesan en 24 horas.
Dijo que la situación era “muy fluida” y que hablan con los condados diariamente. Pero, por ahora, sólo podían aceptar un promedio de 200 pruebas al día de San Francisco. Según DeRisi, el Departamento de Salud Pública se comunicó con ellos nuevamente la semana pasada.
Así que, mientras tanto – e incluso incluyendo la expansión pendiente – estamos todavía lejos de alcanzar la cifra de 5,800 que el Departamento de Salud declaró hace tantos meses.
Así que, San Francisco ha realizado pruebas y más pruebas. Pero este es un numerador sin denominador; pues queda por verse si hemos realizado las pruebas de manera efectiva. “La idea general debería ser la contención”, dijo Rhoads – lo que significa aplicar esas pruebas donde más se necesitan.
Aquí en la Misión, el Grupo de Trabajo Latino ha luchado con dientes y garras para obtener tan solo una parte de las pruebas que la comunidad necesita. No obstante, señala Rhoads, en Sunnydale, nunca habían recibido tantas hasta hace poco. ¿Por qué? Quién sabe, comenta Rhoads.
“Si alguien dijera ‘aquí está el por qué, con base en el número de casos…’ eso tendría sentido”, continúa Rhoads. “Pero eso no ha sucedido. Simplemente no creo que esté coordinado de manera centralizada”.
Si se hiciera como piensa la doctora, repartiríamos las pruebas por igual entre las comunidades de la ciudad, vigilaríamos los resultados, y luego asignaríamos los recursos donde se necesitaran. Pero esto tampoco está sucediendo, al menos no todavía. Y, como la Misión lo ha demostrado, incluso cuando es necesario, los trabajadores comunitarios han tenido que pelear, negociar y reclamar para conseguir los recursos cada semana.
“Al Departamento de Salud Pública le importa mucho”, dice Rhoads. “Pero necesitan una estrategia”.
Y esa es la verdadera prueba.
*Esta nota ha sido actualizada. Chan Zuckerberg Biohub afirma que desde entonces han solucionado su problemática cuestión de la interfaz – pero su gran capacidad tendría que ser dividida entre muchos condados, dejando sólo una rebanadita para San Francisco, en lugar de una gran rebanada del pastel.
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