“¿Por qué no podemos ser grandes, gordos y estar de buenas?”
¿Existe alguien que se acuerde de esa frase de la película Scenes from a Marriage? ¿Existe alguien que todavía vea películas antiguas con Ingmar Bergman o no?
En algunos días en la Misión pienso sobre la pregunta que Liv Ullman le hace a su esposo ficticio.
El martes empezó con un feliz almuerzo en Local Mission Eatery sobre la calle 24 –un lugar donde alguna vez cené parada. Ordenamos lo que creímos que sería un almuerzo ligero: pollo ensalada con aguacate y jitomate.
Leímos mal el menú porque las ensaladas resultaron ser sándwiches –con un pan perfectamente crujiente.
Mmm, es momento de hacer de los carbohidratos una prioridad –la ensalada de papa se la comerá Mimi. Mi error fue probarla. Pero sin importar eso, sabía que mi esposo y yo habíamos planeado ir a Beast and the Hare en su noche de inauguración. Mimi no pidió nada más que su ensalada de papa.
El espacio que ocupa Beast sobre las calles 22 y Guerrero es una esquina que ha eludido el éxito desde que Mangia cerró hace muchos años.
“Se supone que los meseros se vean desaliñados”, dijo Mark. Las paredes sin adornos son de un color azul marino. Es minimalista a excepción de los meseros tatuados.
Pedimos platos pequeños: pepinillos, cerdo deshebrado con endivia rizada, coliflor frita, ejotes salteados y ensalada de hinojo y betabel. Todo estuvo, como diría mi cuñada Deb, de diez. La pareja enfrente de nosotros pidió ravioles con caldo.
Desde el momento en que vi el menú quise Pastel Vasco de postre. Cualquier intento de lucha separatista en un menú se merece una probadita y Mark estuvo de acuerdo en compartirlo.
¿Qué puedo decir? Hubo una pelea de tenedores.
Regresé a casa y busqué la frase completa del diálogo de Liv Ullman.
“Algunas veces nada parece tener sentido. ¿Por qué tener envidia de todas las cosas buenas en el mundo? ¿Por qué no podemos ser grandes, gordos y estar de buenas? Nada más piensa en qué tan feliz nos haría…”.

