Traducido por Andrea Valencia

Al caminar por los pasillos de mármol del Ayuntamiento en un día jueves, uno puede escuchar y ver a la multitud ante uno. Es enorme, arrimada contra una puerta tallada de madera de la sala 400 como si fuera una ameba.

Deslizarse hacia la ameba no es algo fácil, y tampoco lo es permanecer ahí. Esperar para poder entrar a la audiencia de comentarios del público para el Repaso de Consecuencias Medio Ambientales del Plan de Largo Alcance del Plan de Desarrollo del Centro Médico del Pacífico de California (CPMC, por sus siglas en Inglés) es como estar dentro de un eslam de enfermeras, representantes del sindicato y organizadores comunitarios. Aquéllos que trajeron calcomanías las reparten. Hay una que dice “Alto a la AMBICIÓN CORPORATIVA” y otra –enigmática, gigantesca y amarilla- que simplemente dice “3A+”. Nadie parece saber lo que eso significa.

La ameba está aquí por dos razones. Una: el CPMC planea construir un nuevo edificio de 15 pisos sobre las calles Geary y Van Ness y el cual agrupará las funciones del hospital y las cuales hoy día se encuentran esparcidas por la ciudad. Dos: parte de la agrupación incluye planes sobre cerrar el Hospital St. Luke ubicado en las calles Valencia y César Chávez y reconstruirlo como un hospital con 80 camas en lugar de con 230 camas (actualmente hay 150 camas en uso).

El CPMC es una dependencia de Sutter Health, una cadena de hospitales con una mala reputación por comportarse como un monopolio –del tipo que aumenta el costo de primas de seguro en San Francisco.

La puerta se abre y revela a dos guardias de seguridad con mirada de pánico, y la lucha para entrar comienza. Aquéllos con técnicas propias de codazos en el metro aparecen en el frente. Los 200 o más que no tuvieron tanta suerte son llevados al Tribunal del pasillo norte para tomar asiento en sillas plegables y observar los procedimientos legales en una televisión muy grande y corriendo por las escaleras para dar su comentario cuando escuchan que llaman sus nombres.

“Prepárase que esto va para largo”, dijo Linda Carter. Con 40 años de edad y siendo veterana en la unidad de cuidado intensivo de St. Luke, opinó que la última vez que asistió a una de estas reuniones estaban a todo lo que dan cuando se tuvo que ir a trabajar a las 9:30 p.m.

Esto es política como lo es un deporte de resistencia. La gente que vive alrededor del lugar propuesto para el hospital se ha venido a quejar sobre el aumento en el tránsito así como para discutir en específico la suposición de que el tránsito fluirá hacia la calle Van Ness en lugar de hacerlo en dirección a las calles 7 y 9. “El Tenderloin es el hogar de una gran concentración de niños y familias del oeste de Missisipi”, dijo Erin Chen de la Coalición del Buen Vecino. “Como alguien que intenta cruzar la calle junto con 30 niños de cinco años de edad que siempre están distraídos, no estoy ansioso por ver que el tránsito aumente”.

Margarita López, del personal del CPMC, ha venido a alertar sobre la catástrofe relacionada con terremotos en caso de que el nuevo hospital (el cual es a prueba de terremotos) no se construya a tiempo. Otro de los oradores, Jason Freed, opinó que la ciudad es propensa a terremotos y necesita tener varios hospitales pequeños en lugar de sólo grandes y pocos hospitales.

Un representante del Sindicato 38 de Fontaneros Locales asistió para opinar que los fontaneros y los trabajadores de construcción están desempleados, y que les gustaría tener la oportunidad de construir un nuevo hospital.

Mary Suricania del CPCM opinó que el hospital ofrecerá 6,500 nuevos trabajos.

Las horas transcurren. Mark Anthony de la Coalición para el Buen Vecino asistió para decir que el hospital propuesto en las calles Geary y Van Ness no está en cumplimiento con el Plan de Área de Van Ness –específicamente, la parte que necesita que cada pie de espacio comercial que se construye desde cero incluirá tres pies de espacio residencial. James Tracy de la Asociación de Vivienda para la Comunidad opinó que el hospital propuesto y sus 1,000 lugares nuevos de estacionamiento no están en cumplimiento con el Plan de Tránsito del Pequeño Saigón.

Más horas transcurren. El personal del CPMC lee declaraciones escritas por parte de doctores que apoyan el plan actual del hospital. Las enfermeras discuten duramente por exactamente lo opuesto. Las enfermeras se sientan juntas, una falange en uniformes de colores, poliéster e identificaciones de plástico. Hay muchas de ellas, y cuando testifican lo hacen con una intensidad que es difícil de comparar con cualquier otro orador.

Cuando el CPMC comenzó por primera vez a fusionarse con St. Luke, anunció sus planes para convertir el hospital en una clínica para pacientes externos. Las enfermeras insistieron que sigue siendo el objetivo principal –uno que haría que el Hospital General de San Francisco fuera el único gran proveedor de cuidado caritativo en el área.

Las enfermeras cuentan historias. Linda Carter y Jane Sandoval relatan las provisiones que se han terminado por estar desaparecidas, el declive en casos de cuidado caritativo que se aceptan en el hospital, pacientes que se van a casa aunque todavía están enfermos –con todo e intravenosas- y una campaña deliberada por parte del CPCM para hacer que St. Luke parezca innecesario y obsoleto. Reiko Furuya, enfermera en la unidad de cuidado crítico de St. Luke, habla sobre los pacientes en su guardia en su mayoría casos de cuidado caritativo que no tienen seguro y que los han pasado a su unidad después de haber llegado a salas de emergencia con neumonía avanzada o choque sistémico. “¿A dónde van a ir?”, pregunta una y otra vez. Después de un tiempo, comienza a llorar.

Más horas transcurren. Bruce Hicks, digitador médico para St. Luke, ocupa el podium. Comienza por explicar que el personal en St. Luke está “bajo mucha presión para oponerse a las enfermeras, y para firmar declaraciones que aprobamos los planes del hospital”.

“Ahora, todos quieren hacer que sus supervisores estén felices. Pero no quise firmar las tarjetas que nos dieron que decían que estábamos felices con los planes para el hospital. Pero, las tomé cuando me las dieron y nunca las regresé”.

“Pero luego me dijeron que había una fiesta del otro lado del pasillo. Me dijeron que me iban a dar pastel y helado. Y me gusta el pastel, y me gusta el helado”.

Le pidieron que llenara un boleto de rifas antes de entrar, dijo. Miró el pastel y el helado que había adentró y firmó. La letra pequeña, según se enteró después, decía que apoyaba los planes para el nuevo hospital.

Más horas transcurren. Son casi las 7 p.m. La abarrotada sala está cerrada, y quedan casi 40 personas –sólo una persona de cada ocho de los que han sido llamados se han quedado para hablar.

“Lo último que cualquiera quisiera ver es que pospongan este hospital”, dijo Jason Freed. “Necesitamos nuevos hospitales. Queremos ver a nuestros hermanos y hermanas con oficios en el edificio que comiencen a construir. Pero necesitamos el plan 3A”.

Esto es lo que es: la historia detrás de la calcomanía 3A+, la cual casi todo mundo en la sala está vistiendo y de la cual prácticamente nadie sabe nada.

En esencia, 3A haría que St. Luke se ampliara y que el hospital sobre las calles Geary y Van Ness fuera más pequeño al crear dos hospitales de casi el mismo tamaño. “Voy a alentarlos a que lo tomen en serio”, dijo Freed. “¿Por qué no hacemos un repaso de las consecuencias medioambientales en tanto a la 3A para que si la propuesta del CPMC no funciona –en caso de que la Junta de Supervisores no permita que prosiga- entonces tengamos un plan B? Uno que apruebe la comunidad”.

Se termina la sesión. “Los comentarios del público se cierran a las 7:07 p.m.”, dijo el Comisionado Michael Antonini. “Los comentarios se podrán presentar al Departamento de Urbanismo hasta el cierre que sucederá el 19 de octubre”.

Antonini observa en la distancia con la expresión melancólica de un navegante que está en busca de un rastro de tierra en el horizonte. “No puedo evitar creer que un nuevo hospital no mejorará el acceso a la gente en el área”, dijo. “En situaciones de emergencia, los hospitales están obligados a atender a cualquiera”.

“Hubo mucha gente que no asistió a excepción de la gente que estaba programada a hablar de alguna manera”, dijo la Comisionada Kathrin Moore. “Siento mucho ser tan estricta”.

El Presidente Ron Miguel está fuera de sí. “Hemos fallado –el gobierno de esta ciudad ha fallado- miserablemente para crear un plan completo que hable sobre el cuidado médico en la ciudad. Si lo hubiéramos hecho, hubiéramos tenido un plan referencial. De por sí ya estamos en una balsa en el océano sin remos. Nos estamos dejando llevar por el instinto. Lo cual es extremadamente desafortunado, y extremadamente molesto”.

El sonido complaciente de una pulidora de pisos se puede escuchar a través de la puerta de la sala 400. La sala se siente pesada con un sentimiento de fatiga y obstinación, como si todos hubiéramos aguantado un maratón –y así lo hemos hecho.

Son las 8 p.m. antes de que la reunión ya se hubiera terminado. Los comisionados, enfermeras, gente de relaciones públicas, amigos y adversarios, todos agarran sus mochilas y se dispersan hacia la noche.

Más información:

Repaso de Consecuencias Medio Ambientales para la Ampliación de St. Luke (PDF)

Repaso de Consecuencias Medio Ambientales para la completa ampliación del CPMC (PDF)

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Heather Smith covers a beat that spans health, food, and the environment, as well as shootings, stabbings, various small fires, and shouting matches at public meetings. She is a 2007 Middlebury Fellow in Environmental Journalism and a contributor to the book Infinite City.

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