Con protectores, cascos y las cintas bien puestas, docenas de alumnos de la escuela primaria César Chávez se suben a sus patinetas tres días a la semana y surfean en la acera, como parte del programa extraescolar del campus.
“¡Profesor Aaron!”, gritan los alumnos, llamando a su maestro, Aaron Breetwor, para que les ayude a ponerse el equipo de seguridad y hacer un truco. Entre las 3:45 y las 6 p.m. , los niños se reúnen y, equipados por Breetwor, salen, acostados boca abajo, sentados en cruz o, para los más valientes, de pie y a toda velocidad.
“La mayoría son niños que quieren patinar”, explica Breetwor, de 30 años, que lleva impartiendo el programa desde el otoño pasado. “Sinceramente, lo mejor es apoyar la emoción”.
La clase de Breetwor está dirigida a alumnos de 3º, 4º y 5º grado, pero está abierta a cualquiera que quiera aprender y que tenia permiso de sus padres.
Para Breetwor, los niños son los alumnos perfectos para el aprendizaje del patineta: “Su sentido del juego es muy fuerte”. Las primeras clases de Breetwor enseñan como “patinar del trasero”, dejando que los niños se sienten en el patinetas. “Con el tiempo, se levantan solos”, explica Breetwor, comparando el proceso con el de los niños que aprenden a andar. “Gatean y luego caminan. Así que montan de trasero y luego se ponen de pie”.
Para el año escolar 2021-2022, el 72.1% de los estudiantes de la Escuela Primaria César Chávez fueron considerados desaventajados socioeconómicamente por el estado, y el 4.7% de ellos eran personas sin techo. Para Breetwor, la asequibilidad y sencillez del patineta lo convierten en una forma ideal de juego para los niños y en un medio de transporte viable.
Los padres pueden comprar un patineta en Target o Walmart por 40 dólares y, con materiales sencillos y pequeños cambios, “se puede mejorar casi cualquier patineta para que sirva mejor como medio de transporte”, dice Breetwor. A veces, cuando los padres no pueden permitírselo, él les ayuda de forma gratuita.
Breetwor afirma que una mayor financiación para contratar a más profesores e invertir en mejores equipos ayudaría a mantener el interés de los alumnos.
Una tarde reciente, William González estaba determinado a dominar una habilidad: Patinar hacia arriba y hacia abajo por una rampa de medio metro. González se había caído más de una docena de veces y su patineta se le había resbalado. Pero se lo intento cada vez con ganas: En cuanto cogía el patineta, volvía a intentarlo.
Roberto González, el padre de William, dice que el patineta es el único deporte que le gusta a su hijo. “Le gusta mucho esto, este programa”, dijo González de William, “estoy feliz por mi hijo”.
William no tiene patineta en casa, y sólo puede practicar en la escuela.
Al hablar del esfuerzo indetenible de William, González miró al niño en la rampa con una sonrisa de orgullo: “es mi hijo”, dijo González