Translation by Neus
Imagine que tiene 11 años, que su madre ha dado positivo en la prueba de Covid y está en tu departamento muy enferma debido al virus, su padre lo lleva junto con sus hermanos a hacerse la prueba y todos resultan positivo. Aunque no muestra ningún síntoma, algunos días después, le da apendicitis. Esto es lo que le pasó a Rodney Gongora, residente del área de Tenderloin en SF. Su madre, Landy Polanco, dice que todos estuvieron expuestos después de haber tenido una cena familiar, una comida de 10 personas, a mediados de junio.
“Me enfermé el 14 de junio, y esa fue una mala semana, fue muy difícil. Lo único que quería era dormir. No podía comer, me dolía todo el cuerpo, me dolía el estómago. El departamento de salud nos llamaba dos veces al día para ver cómo estaba, y durante esa semana estuve tan enferma que nos fueron a dejar comida. Lo único que tomé fueron aspirinas y té de jengibre, no podía retener nada. Gracias a Dios ninguno de los niños (Ashley, de 14, Rodney, de 11 y Eder, de 5) tenía realmente síntomas, sólo yo, pero luego Rodney se despertó con dolores agudos en el estómago, mientras todos estábamos en cuarentena”.
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Rodney continúa contando: “Ese sábado me empezó a doler la cabeza, luego, después de comer me empezó a doler el estómago, así que salí a caminar para ver si se me bajaba el dolor, pero eso no ayudó, luego me senté en el sofá, pero me sentía muy incómodo, después comencé a vomitar mucho y luego me quedé dormido, pero me desperté porque sentía un dolor tan fuerte en mi costado que apenas podía caminar o sentarme o hacer cualquier cosa, y fue cuando mi papá me llevó a la Sala de Urgencias. Allí me hicieron muchas radiografías y me dijeron que era mi apéndice”.
Su madre se sentía fatal por no poder estar con él.
“Lo operaron de inmediato, sólo 4 pequeños agujeros (laparoscopia) y en dos días ya estaba en casa. Gracias a Dios”.
La familia ha vivido durante 10 años en el edificio de departamentos de Mercy Housing, ubicado en la esquina de Golden Gate y Leavenworth.
Incluso antes de enfermarse, este tiempo ha sido desastroso para Landy y su familia.
Landy, de 36 años, y su esposo, José, de 41, perdieron los trabajos que tenían en los restaurantes del Distrito Financiero, y no han trabajado desde mediados de marzo. Catholic Charities ha ayudado a pagar su renta de junio y julio. Reciben cupones de comida y adquieren alimentos de los distintos lugares de distribución que hay en escuelas.
Rodney asiste a la academia KIPP SF Bay Academy, y ha pasado los últimos tres meses tomando clases a distancia, a través de Google classroom.
Su crítica de Google Classroom fue: “Lo que no me gustó es que siempre era muy difícil ingresar, nos tenían que decir una y otra vez cómo entrar, nos daban las mismas instrucciones y las contraseñas no funcionaban. Lo que sí me gustó fue que pude llamar a mis amigos y verles sus caras, desde el aula virtual de Google”.
Su mamá ya se recuperó por completo y el departamento de salud le dio luz verde a la familia para dejar la cuarentena el 27 de junio. “Ya todos estamos bien, Gracias a Dios”.
Pero Rodney dice que nunca salen, “Hay un patio de juegos en nuestro edificio, no tiene muchas cosas, sólo una resbaladilla, pero podemos ir allí y jugar con la pelota. Jugar fútbol. Hay una puerta que separa dos patios y podemos pasar la puerta para ir al otro patio también”.
Landy dice que los niños ya empiezan a sentir el estrés: “A veces se pelean mucho, los dos niños. Los niños no logran distraerse lo suficiente, es muy difícil estar encerrado. Vivimos frente a St Anthony y la calle está muy sucia, especialmente después de entregar comida, así que nunca salen”.
Antes de la pandemia, Rodney solía participar en los programas de tutoría extraescolar en 826 Valencia, una organización sin fines de lucro dedicada a ayudar a los niños a desarrollar habilidades de escritura.
Ahora, tres veces a la semana durante una hora, se reúne con su tutor a través de Zoom, con el teléfono de su madre (porque la escuela pidió que devolvieran su Chromebook cuando terminó el semestre).
“Ya me siento bien otra vez, puedo comer, puedo acostarme de lado, ¡puedo hacer todo de nuevo! Así que me sentí contento de volver a empezar las clases con mi tutor, trabajamos en mis habilidades de escritura. Escribo poemas”.
Y José se pasa los días buscando trabajo, pues su anterior empleador le dijo que no cree que podrá reabrir este año. Landy nos dice en voz baja,
“Es difícil saber cómo vamos a pagar la renta el próximo mes, como ninguno de los dos está trabajando” y luego, mostrando la resistencia que hasta ahora la ha sacado adelante, se ríe,
“Con todo este tiempo que hemos estado en casa, estoy ayudando a Rodney con su español. Como él nació aquí y siempre fue a la escuela aquí, su español es deficiente. Así que ahora tengo tiempo para ayudarlo, lo cual es importante para mí. Él me ayuda con mi inglés, aunque se desespera conmigo. Yo soy muy paciente con su español”.
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