An older woman at a Muni stop
Janet Forst, 75, said that since the J Church Metro and 33 bus closed, she and other residents at Mission Terrace Senior Housing have been feeling cooped up and frustrated. Photo by Annika Hom.

Traducción por: Neus Valencia

Durante años, Zoila Martínez, de 64 años de edad, ha usado el Muni 55 que la lleva a Kaiser Permanente en Mission Bay, donde le dan su insulina para la diabetes. El autobús era la opción más efectiva: el hospital está muy lejos de Potrero Hill, donde vive con su hija. Ninguna de las dos tiene un auto.

Pero a principios de abril, cuando la ciudad tomó medidas para detener la propagación de COVID-19, se canceló el servicio del autobús 55, junto con la mayoría de las demás rutas del Muni. El cambio tenía sentido, pero también incomodaba o incluso dejaba varados a las personas de la tercera edad que tienen bajos ingresos, así como a los residentes con discapacidades. Los taxis parecen ser la solución obvia, pero para muchos de los que viven con ingresos fijos, cualquier gasto adicional representa un desafío.

Martínez, por ejemplo, paga $600 dólares de renta con su cheque del seguro social que es de $950 dólares al mes.

“Me gustaría que se normalizara la situación [del autobús]”, dijo Martínez. “No es fácil. No es fácil”.

Debido a que han cerrado la mayoría de las rutas de autobuses, así como todo el sistema Muni Metro, muchas personas con capacidades reducidas se ven en la necesidad de caminar más lejos de lo normal para poder llegar a una de las 26 rutas que operan actualmente.

Los adultos mayores – cualquier persona de 60 años de edad en adelante – representan el 20 por ciento de la población de la ciudad, y el 21 por ciento de ellos tienen alguna discapacidad que dificulta que puedan caminar, según un informe hecho por la ciudad y condado de San Francisco en el 2016.

Para aliviar algunas de estas dificultades, el departamento de tránsito creó a mediados de abril un servicio de viaje en taxi subsidiado llamado programa Essential Trip Card (Tarjeta de viaje esencial), específicamente para aquéllos que son discapacitados o tienen por lo menos 65 años de edad.

“Sabemos que, para muchas personas, caminar más lejos para tomar otro autobús – o pagar por otro transporte – no es posible”, se afirma en la descripción del programa.

Los miembros pagan hasta $12 dólares al mes y reciben $60 dólares en fondos destinados a viajes esenciales en taxi, como ir al supermercado o a la farmacia dentro de la ciudad. Muni dijo que los $60 subsidiarán alrededor de dos o tres viajes de ida y vuelta. Muni ha recibido más de 2,000 solicitudes y ha entregado más de 1,906 tarjetas hasta ahora.

Esto podría haber funcionado para Martínez, quien dijo que ahora paga entre $16 y $20 por viaje ida y vuelta para obtener sus medicamentos, pero le faltan cinco meses para poder calificar para el programa Essential Trip.

A medida que la ciudad comienza a reabrir, la falta de movilidad también puede ser una forma de aislamiento social.

Sandra Rivas, subdirectora de operaciones del Senior Center de la calle 30, dijo que antes de la pandemia, varios adultos mayores se reunieron para discutir cómo la reducida ruta del metro J Church afectaría sus viajes al centro o a las citas con el médico. Actualmente, toda la línea está suspendida.

“Con servicios limitados, los adultos mayores que hubieran querido aventurarse a salir de sus vecindarios para participar en programas comunitarios, no podrán hacerlo”, dijo Rivas en un correo electrónico.

Janet Forst, de 75 años, dijo que desde que el metro J Church y el autobús 33 dejaron de funcionar, su perspectiva de la ciudad se ha reducido. Antes de que cerrara en marzo, solía viajar en el J todos los días para poder llegar al centro o a la calle 24, donde caminaba por las tiendas de muebles para distraerse.

“[La suspensión del J] me detiene porque es lo único que pasa por la colina de Church Street”, dijo Forst, quien usa una protección color negro para su rodilla izquierda. “Es una caminata infernal”.

Puede sacar a pasear a su perra, Meryl, pero su rodilla le empieza a doler después de dos cuadras.

“Quiero que me devuelvan el tren J, pero ya”, dijo Forst, que se siente tan encerrada que ha considerado la posibilidad de rentar un coche por un día para salir y conducir hasta el centro de Palo Alto a tomar sol una tarde.

Las viejas paradas se encuentran a media cuadra del complejo de viviendas económicas para personas mayores de Forst en la calle 18, Mission Terrace Senior Housing. Muchos residentes dijeron estar indignados porque el edificio no les notificó los cambios en el transporte ni les dieron alternativas para transportarse durante la pandemia.

Los funcionarios de BRIDGE Housing, uno de los promotores inmobiliarios de Mission Terrace, dijeron a Mission Local en julio que el administrador propietario del complejo de viviendas no sabía que se había suspendido el sistema de tránsito.

El Muni dijo que reabrirá las líneas del metro en agosto. Pero las esperanzas de que el transporte en autobús volviera a la normalidad eventualmente se vieron frustradas el 30 de junio, cuando el jefe de transporte Jeffrey Tumlin anunció que las líneas suspendidas muy probablemente permanecerán cerradas, a menos que el departamento pueda obtener más ingresos. Más de la mitad de los pasajeros del Muni dejaron de usar el transporte durante la pandemia, según los datos de la agencia.

Forst dice que ha estado revisando los servicios de transporte Paratransit de la ciudad como alternativa, pero requiere la certificación conforme a la Ley sobre Estadounidenses con Discapacidades, que además ofrece más dinero que un programa similar de taxis subvencionados. Sin embargo, para obtener la certificación, primero tiene que averiguar cómo llegar a su consultorio médico en Chinatown. Su ruta habitual requiere que tome el metro J y un autobús.

Martínez se siente igualmente frustrada por estar tomando rutas alternas y tener que esperar más tiempo, lo cual sin duda se debe a un servicio restringido. Martinez dice que ella a veces espera hasta 30 minutos para tomar el autobús.

“¿Y si tengo una cita? Llegaré tarde”, dijo Martínez.

A pesar de los problemas, el servicio opera a una milla de la mayoría de los residentes de San Francisco, según los funcionarios del Muni. El servicio reducido también es necesario para garantizar la seguridad de los operadores de autobuses y trenes, especialmente cuando algunos pasajeros se niegan a usar cubrebocas y mantener una sana distancia, dijo Roger Marenco, presidente local del Sindicato estadounidense de trabajadores del sistema de transporte (Transport Workers Union of America).

Marenco dijo que espera que el Muni encuentre una solución viable para los ciudadanos que tienen capacidades reducidas, siempre y cuando sea segura.

“Las preocupaciones son graves”, dijo.

Forst estuvo de acuerdo en que los conductores de tránsito tienen el derecho de mantenerse seguros. “También son personas. Dependemos de ellos”, dijo, aunque añora los días en que funcionaba el sistema de tránsito.

“Antes de la pandemia, podíamos trasladarnos”, reflexionó. “Teníamos autobuses, pequeños y pintorescos”.

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REPORTER. Annika Hom is our inequality reporter through our partnership with Report for America. Annika was born and raised in the Bay Area. She previously interned at SF Weekly and the Boston Globe where she focused on local news and immigration. She is a proud Chinese and Filipina American. She has a twin brother that (contrary to soap opera tropes) is not evil.

Follow her on Twitter at @AnnikaHom.

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