Jorge Argueta and Holly Ayala, outside of their bookstore Luna's Press.

El escritor Salvadoreño Jorge Argueta y su esposa, Holly Ayala, han establecido un gran sueño literario en un pedacito de la calle Misión, donde publican y venden libros bilingües de poesía para niños.

“Es un lugar pequeño que tiene un gran corazón,” dice Argueta sobre Luna’s Press & Bookstore en el 3790 de la Calle Misión, cerca de la calle Richland y donde celebrarán el lanzamiento del último libro de Argueta, Salsa, el día sábado de 1 p.m. a 3 p.m.

Salsa es el quinto libro de la encantadora serie de comida de Argueta, la cual lleva a los niños en una aventura bilingüe sobre comida y lectura que va desde el arroz con leche hasta las tortillas.

En el trayecto, los lectores aprenden la historia del molcajete o mortero; ven a los tomate volverse bongós y a los dientes de ajo volverse trompetas; y descubren que los chiles nos hacen sentir como si estuviéramos “bailando entre arco iris y estrellas.”

En Guacamole, un libro previo, se instruye a los niños a plantar semillas de los limones y del aguacate “para que crezcan más aguacates, más árboles de limones, más colores y más sabores.” En Tamalitos, el olor del maíz nos hace volar.

Los libros son viajes que logran lo que, Argueta dice, es lo más importante: “promover la lectura y la escritura.”

Jorge Argueta with some of his books.  Photo Lydia Chavez
Jorge Argueta with some of his books. Photo Lydia Chavez

“Detrás de la simplicidad de los libros se encuentra la historia de quiénes somos, y nuestros niños pueden estar orgullosos de ello,” dice él.

¿Por qué libros para niños? “Porque para mí, es terminar de jugar un juego que nunca terminé cuando era niño en El Salvador,” dice Argueta, quién migró a los Estados Unidos hace más de 30 años durante la guerra civil de su país. “Las historias y poemas que escribo, me recuerdan quién soy y de dónde vengo. Soy un indígena del Salvador, soy un indígena pipil-nahua.”

También es un poeta que ha publicado 16 libros para niños y cinco para adultos, lo que a su vez le ha granjeado premios y lectores. Argueta y su esposa también organizan los festivales anuales de poesía para niños Flor y Canto tanto en El Salvador como en San Francisco. El de aquí será el próximo septiembre, durante el mes de la herencia hispana, y El Salvador tendrá lugar en noviembre del próximo año.

Argueta trata la historia de su país con ingenuidad. En un libro de René Colato Laínez que está por pubicarse, habla del arzobispo Oscar Romero, quien fuera asesinado por la derecha en 1980, mientras daba misa en San Salvador. Se le recuerda, no como el valiente líder en que se convirtió, sino como un niño que escribía cartas a Dios.  Ese libro, Telegramas al Cielo, se publicará pronto.

También se evoca el aguante y migración de los salvadoreños, pero no durante la guerra civil sino en la historia de Manyula, la elefante que habitó en el zoológico de San Salvador desde 1955 hasta su muerte a los 59 años de edad, en 2010.

Se recuerda a Manyula, muy querida en El Salvador, en la historia de un niño estadounidense nacido de padres Salvadoreños inmigrantes (inspirado en la esposa de Argueta) quien regresa a casa para ir a una fiesta de cumpleaños que resulta ser para la elefante.

Manyula, al igual que los Salvadoreños, dice Argueta al hojear una primera copia  del cuento hermosamente ilustrado,  sobrevivió terremotos y una revolución.

Dice él que el país “la hizo feliz,” y a cambio, ella ofreció a los salvadoreños un escape y una maravilla que pudieran admirar.

Argueta espera que dichas historias logren que lectores jóvenes y padres de la Misión suban al sur de la calle Misión. “Cuando la gente piensa en la comunidad, piensan en la calle 24, pero tiene muchos otros lugares.”

Y los tiene. Uno de esos lugares especiales, que los padres que están ansiosos por que sus hijos sean bilingües querrán visitar, es ese pequeño lugar en el 3790 de la calle Misión, cerca de la calle Richland.

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Founder/Executive Editor. I’ve been a Mission resident since 1998 and a professor emeritus at Berkeley’s J-school since 2019 when I retired. I got my start in newspapers at the Albuquerque Tribune in the city where I was born and raised. Like many local news outlets, The Tribune no longer exists. I left daily newspapers after working at The New York Times for the business, foreign and city desks. Lucky for all of us, it is still there.

As an old friend once pointed out, local has long been in my bones. My Master’s Project at Columbia, later published in New York Magazine, was on New York City’s experiment in community boards.

Right now I'm trying to figure out how you make that long-held interest in local news sustainable. The answer continues to elude me.

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