Mónica Rivera está en una situación difícil. La originaria de Tijuana es una de las docenas de vendedores de comida sin licencia que operan en el Distrito de la Misión de San Francisco. El esposo de Mónica, quien comenzó a vender hace seis años botanas mexicanas desde un carrito, se vio obligado a regresar a su país de origen, Perú, para solicitar una visa estadounidense habiendo dejado a Mónica encargada del negocio.

Mónica es ciudadana naturalizada y extrabajadora de la oficina de correos, y opina que el carrito le brinda suficiente dinero para pagar las cuentas y le permite la libertad que necesita para mantener a su familia por medio de la venta de mangonadas agridulces, y fruta cortada con limón y chile a bajo costo. Después de haber tomado un curso de tres meses para mujeres empresarias, Mónica se dio cuenta que legitimar su negocio no valdría la pena, pero espera poder abrir un restaurante tradicional con su esposo algún día.

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He once tried to sell homemade sauerkraut. Now, Mark Kurlyandchik, a lifelong foodie from a Russian family of small business owners, writes about the business of food. He’s excited to explore how immigrant entrepreneurs influence the experience of eating in the Mission.

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