Como muchas mujeres en el barrio, algunas veces me siento incómoda al caminar de noche. Evito caminar por calles mal alumbradas y estoy más atenta —casi paranoica— cuando escucho pasos acercándose detrás de mí.
Por eso, cuando no hace mucho escuché de una clase de defensa personal impartida en la sucursal de la biblioteca pública de San Francisco en la Misión, decidí asistir.
En una tarde de sábado, me reuní con otras 15 personas en el piso superior del edificio. Es un grupo diverso: una muchacha adolescente con pantalones rotos, señoras ya grandes y una mucha de alrededor de 20 años con un suéter de peluche y pantalones morados, pequeños aretes de perlas que se titilan debajo de su cabello corto. Hay señoras asiáticas de la tercer edad, mujeres latinas y pares anglosajones de madre e hija. También hay hombres —dos de ellos con bigote, lentes de armazón grueso y camisas a cuadros de color verde y amarillo.
Ricardo Antoni, un bibliotecario de servicios para adultos, tiene la palabra. Ha habido varios incidentes violentos en la comunidad, dice en referencia a las agresiones sexuales que sucedieron el año pasado en la calle 24. “Pensé: ¿cómo puedo ayudar? ¿Cómo podemos, como centro de la comunidad, responder?”
Es por eso que para dirigir esta clase en la biblioteca ha traído a alguien del grupo Impact Bay Area —un grupo que enseña seguridad personal, definición de límites y defensa personal con fuerza completa—. Su nombre es Heather, y tiene una historia personal.
Heather comenzó a tomar clases con el grupo en 2008, cuando se dio cuenta de que estaba siendo acosada. Un hombre la seguía y la esperaba afuera de su casa.
Heather comenzó a ser voluntaria en la organización después de haberse sentido motivada con las clases, y desde hace 10 años ha sido instructora.
“¿Por qué están aquí?”, pregunta después de que nos reunimos en círculo.
Jonathan sólo está probando la clase. Sylvia ha estado atemorizada después de escuchar la noticia de la violación sucedida en Fair Oaks. Sylvia vive cerca de las calles 20 y Guerrero, por el parque Dolores, y a menudo llega a casa tarde.
María explica que vive en el Tenderloin y que a menudo llega a casa después de que oscurece. Además, casi inaudiblemente, agrega que “para aprender a defenderme de mi esposo”.
Yo les digo que soy una periodista para Mission Local y que estoy haciendo un reportaje sobre la clase. Sin embargo, lo que realmente quiero decir es que tengo alrededor de 20 años, soy pequeña, mido 5’2”, y me distraigo fácilmente con mi teléfono; a menudo temo ser el blanco perfecto de los agresores.
Esta clase en particular es para aprender a defenderse de un solo agresor desarmado, explica Heather. La mayor parte de las agresiones suceden sin armas.
Lo primero que hay que aprender es qué se siente cuando uno cree estar siendo agredido. A menudo es un sentimiento visceral; el cuerpo se tensa y uno busca encontrar seguridad.
Reconózcanlo, acéptenlo y sepan cuándo actuar, dice Heather.
El lenguaje corporal es clave, agrega. Practiquen una pose lista; mantengan una cara neutral; párense con los pies separados, uno enfrente del otro, y enfrente al posible agresor con las palmas hacia fuera. Prohibido sonreír.
Vea a la persona de arriba para abajo para hacerle saber que los puede identificar. Buen consejo, pienso. Mucho mejor que mirar rápidamente hacia atrás cuando creo que hay alguien demasiado cerca y luego fingir hablar por teléfono o hacerse a un lado para ver si pasan caminando por delante.
La forma en que uno se para es importante, dice Heather, y también lo es la voz, si se usa apropiadamente.
Grite “¡NO!” en una voz fuerte y con un tono bajo, dijo. Asegúrese de que tres personas puedan escucharla —usted, el agresor y la gente de alrededor.
“Los actos violentos se pueden detener con este sencillo acto de resistencia”, dijo Heather.
Hago uso de un lenguaje que pueda motivar a la gente de alrededor a que le ayuden, nos dice. Grite su ubicación: “¡Estoy en la 24 y Misión!” Identifique a la persona:“¡Viste una playera roja!” Dígale a la gente lo que está sucediendo:“¡Estoy siendo agredida!”
Inténtenlo, dice Heather. Quiere decir que, ¿quiere que gritemos… en una biblioteca? La mayoría, incluyéndome a mí, gritamos diferentes versiones de un “¡NO!” en la forma más apropiada posible en una biblioteca. Una de las mujeres grita “¡Chín****!” y la gente se ríe.
“No sea agresiva”, aconseja Heather, quien es amable pero firme, como una tía favorita. Eso daría el mensaje equivocado a la gente de alrededor —si la gente cree que se están metiendo en una pelea de dos, probablemente no le ayudarán, dijo.
“Wow”, dice una mujer mayor después de que le toca gritar. “Eso se siente bien”.
Conozcan la definición legal de defensa personal, dice Heather. Debe existir una verdadera amenaza; debe ser inmediata; debe intentar todo para detener al agresor; debe usar suficiente fuerza para llegar a la seguridad.
Con eso dicho, es hora de la parte divertida: la técnica.
¿Alguna vez ha escuchado del ataque ocular? Yo tampoco. Lo que debe hacer es sostener cuatro dedos juntos presionados contra el pulgar. Luego, con un movimiento rápido, golpee y apunte hacia las pupilas. Parece como si todos tuviéramos manos de pterodáctilo, aunque bastante ingenioso.
Después, Heather nos aconseja que nos paremos con las palmas hacia arriba y con un pie enfrente del otro, con más o menos un pie de distancia. Inclínese hacia atrás rápidamente y tome un paso completo hacia delante al levantar la pierna trasera para golpear con la rodilla. El área que se tiene como objetivo es justo debajo de los testículos (si se supone, por supuesto, que el agresor es hombre).
Mantenga las manos arriba para proteger la cara en caso de que el agresor se caiga hacia atrás. Y la superficie a pegar debe ser el músculo arriba de las rodillas, no la rótula en sí misma.
Si el agresor se cae de rodillas, haga uso de la misma técnica pero apunte a la cabeza.
Practicamos —algunas lo perfeccionan inmediatamente— otras se toman un poco más de tiempo para hacerlo bien.
Heather nos muestra una técnica más. Acuéstese de lado en el piso, dice, con ambas manos tocando el piso. Mantenga un pie en el piso, el otro en el aire y doble la rodilla. Asegúrese de que el talón apunta hacia fuera ya que lo usará para golpear a su agresor.
Apunte a la cara o la entrepierna, ya que esos son los dos lugares sin músculo corporal.
Alinee su espina dorsal con el área que tiene como objetivo y haga uso de sus manos para darse la vuelta en caso de que el agresor venga de diferentes ángulos. Aleje su pierna inmediatamente después de dar el golpe para que el agresor no tenga tiempo de agarrársela.
Esta última técnica es un poco incómoda y algunas personas se sientan cuando se trata de practicarlo. Las mujeres con botas de tacón tienen la mejor oportunidad, aunque cualquier zapato se encargará de hacer un buen trabajo.
“No querrá meterse a una pelea en la que tenga que usar la parte superior del cuerpo”, dijo Heather. Si alguien intenta llevarla a algún lugar, siéntese. Actué como peso muerto.
Heather termina la clase y pregunta qué fue lo más sorprendente para la gente.
La técnica de simplemente sentarse en el piso, contestan varias personas. El poder del lenguaje corporal y la voz, dicen otras. El golpe ocular, dicen muchos.
Para mí, es que las técnicas son más fáciles de aprender de lo que supuse. Ahora sólo espero que yo, o para cualquier otra persona, no lo tengamos que usar nunca.
Para saber más sobre Impact Bay Area y las diferentes clases de defensa persona que ofrece, visite www.impactbayarea.org