El año pasado entrevisté a un hombre de 104 años de edad que había pasado su infancia echándose clavados con las manos agarradas a las rodillas desde los muros en ruinas que dejó el terremoto de 1906. Los cimientos se llenaban con agua en la temporada de lluvias, y tanto él como los niños del barrio remaban hasta ellos agarrándose de vigas podridas para apoyarse. La piscina de Garfield es un poco más joven que ese señor. Se construyó en algún momento de la época de los 50 gracias a una ola de construcción de piscinas –según Kevin, salvavidas durante mucho tiempo- y que fue propusto por una extraordinaria supervisora y sabia del deporte acuático llamada Helen Center.
Garfield es y no es de la Misión. “Esta es la piscina de Bernal”, me dijo una mujer. Está enfrente de Bernal Dwellings, una comunidad que de muchas maneras se encuentra aislada del resto de la Misión. Hay varios factores –está un poco lejos, su antigüedad, los disparos que a veces se escuchan por ahí– que la hacen no estar tan llena como otras piscinas de la ciudad. El tiempo la ha tratado bien –es un diseño modernista que hace algunos años pudo haber hecho que se viera un poco sosa pero ahora parece ser elegante y sencilla.
Garfield ha cambiado a medida de que la Misión también lo ha hecho. El color institucional de la pintura de hace algunos años se ha transformado en uno de los murales más juguetones y finos que Precita Eyes haya hecho antes. Hay menos niños –un asunto que algunas personas atribuyen a una falta deliberada de preocupación por niños del barrio, y a la que otros opinan que hay un número en descenso en la población general de niños en la ciudad.
Lo que queda es un elenco ecléctico de personajes, todos dedicados a esta esquina de espacio público. Cerrada el año pasado debido a remodelaciones, la re-inauguración de la piscina se vio acompañada por una canción cantada colectivamente y con un entusiasmo inocente.
7:10 a.m.
Desde arriba de la piscina, el lugar parece albergar a un círculo infinito de nadadores que echan a andar una rueda acuática para hamsters. Es más bien como una meditación con cloro, dijo Jane Wilson, quien está en la piscina casi a diario. “Cuando uno está nadando vueltas”, dijo como soñando, “es que uno está en un pequeño mundo líquido”.
Los nadadores de vueltas son un fenómeno relativamente nuevo. Kevin recuerda haber dado su primera vuelta nadando a finales de la época de los 70. “Yo dije ‘por supuesto, lo voy a hacer. Pero no va a ser algo que dure.’ Dije lo mismo sobre los aeróbicos acuáticos a mediados de los 80. Nunca me doy cuenta”.
7:30 a.m.
“Entonces, ¿cómo se convirtió en salvavidas?” le pregunté a Charles, el salvavidas.
“Bueno”, dijo Charles, “no era lo que uno llama” –y levanta la mano para hacer el gesto de comillas- “bueno en la escuela”.
“Un día mi maestro me apartó de la clase y me dijo ‘Charles, tenemos un programa para ti.’ Me dieron una lista de trabajos en los que podía entrenar. Uno de los trabajos eran las ‘piscinas’. Cuando vi la palabra piscinas pensé para mí mismo ‘¡muchachas!’ y lo palomee”.
“¿Había muchachas?” le pregunté.
“La verdad no”, dijo Charles.
8:16 a.m.
Es una novedad ver a adolescentes de verdad en esta ciudad. Los que toman la clase de natación de John O’Connell se ven como si no estuvieran desarrollados –apenas del mismo tamaño y forma que los adultos, pero medio bobos y extrañamente luminosos. Hay 34 de ellos registrados en la clase. Sólo seis van a la clase. Cinco de ellos acaparan la mitad de la piscina y patalean de manera frenética.
Subscribe to our daily newsletter and have the latest stories from Mission Local delivered directly to your inbox.
Un hombre con una camisa de franela está caminando por la piscina, haciendo gestos parecidos a cómo nadar con la mano. Poco a poco se hace evidente que lo que está diciendo el entrenador de natación está en el idioma estadounidense de señas para uno de los adolescentes. La alumna de vez en cuando se detiene para contestarle en señas.
La intérprete pasa cerca de nosotros y suspira de manera teatral. “Sigue haciendo señas ‘me duelen las piernas. Me duelen las piernas. Me duelen las piernas.’ Y yo le contestó en señas “ah, ¿quieres decir que tus músculos se están desarrollando?’”
“¿Le traduce a la misma adolescente todo el día?” le pregunto.
“No hay suficiente dinero en el mundo para pagarme y seguir a la misma adolescente todo el día”.
10:08 a.m.
Si pasa mucho tiempo con los salvavidas escuchará el término “salvavidas preventivo”, el cual es sólo una palabra que suena oficial para estar vigilando de manera obsesionada a personas que parecen ser especialmente propensas a ahogarse. “Muchas de las personas que vienen aquí tienen diabetes; y vienen porque su doctor les receta la natación”, dijo Charles. “Me fijo si traen pulseras de advertencia médica. Los sensores del azúcar en la sangre en sus cuerpos.
“Por ejemplo, es una atención normal decir ‘Hola, ¿cómo le va? Y si alguien hace –y aquí hace una pausa para hacer un mugido de zombie- “los vigilo”.
Hay varias dimensiones en el mundo de salvavidas preventivos. Por ejemplo, cuando Charles comenzó por primera vez a trabajar en la piscina Garfield, un veterano de la piscina lo llevó por el barrio y el parque y le presentó a algunas personas. Hoy día, si hay disparos en el área siempre hay alguien que le marca por teléfono o va hasta la piscina le avisa.
10:30 a.m.
Sólo hay tres personas en la piscina, dos de ellas son mujeres que están pataleando de un lado para el otro en fideos de gomaespuma y que están hablando en Cantonés entre ellas. Una de ellas viste un traje de baño completo de la época de 1920 con pantaloncillos a cuadros.
En la parte poco baja, otra de las mujeres tiene en las manos unas pesas de gomaespuma bajo el agua y moviéndolas de un lado al otro. Sara es famosa en el pequeño mundo de asiduos a la piscina Garfield. Cuando no está en la piscina en su clase para personas de la tercera edad haciendo sus ejercicios de terapia física hace tamales para ayudar a recaudar dinero para un amigo con cáncer. Cuando no está haciendo eso, lee la Biblia y se prepara para el fin del mundo.
“Nunca he estado casada”, presumió. “Estoy feliz. Me siento segura. Vengo aquí a diario y hago estos ejercicios porque si no los hiciera sería una persona en silla de ruedas en una esquina esperando a que alguien me diera de comer. Y eso no sería interesante”.
12 p.m.
Parece ser que a los salvavidas les gusta hablar mucho sobre alguien ahogándose. “No es para todos”, dijo el joven suplente de salvavidas dirigiéndose a mí desde las profundidades de su gran capucha. “Imagínese que alguien se está ahogando, y usted es la persona a la que está mirando. O se espanta o hace algo”.
El suplente de salvavidas no ha conocido el barrio como Charles lo ha hecho. Él define la posibilidad de los disparos por medio del método ligeramente menos preciso de evaluar si la gente afuera en el parque está actuando o no “de manera sospechosa”. Si de repente no hay nadie en el parque, cierra las puertas.
12:16 p.m.
Dentro de la piscina, los nadadores dan vueltas una vez más alrededor de los carriles de baja, mediana y alta velocidad como lo hacen tantos peces en el acuario. Un hombre de mediana edad vistiendo un pequeño traje de baño Speedo coquetea sin mucho éxito con una suplente de salvavidas joven (“voy a pedir que seas nuestra salvavidas cada semana”).
12:18 p.m.
La gente sigue llegando y paga $5 dólares de entrada o muestra un pase de natación de la ciudad, incluyendo a una mujer francesa embarazada y un hombre con chanclas de plástico para la regadera y quien irradia luz de manera divina y echa bocanadas de humo de mota.
12:30 p.m.
El hombre en su traje Speedo se da por vencido y chapotea sin ánimos de regreso a la piscina.
1:10 p.m.
“¿Por qué me gusta la piscina?” pregunta un hombre llamado Erik. “Escuché que el movimiento de la piscina municipal comenzó en la época de los 20 como una manera de hacer que hubiera más clases. Creo que es verdad”.
6:10 p.m.
Otra vez hay vueltas para nadadores. Los salvavidas como Kevin se quejan de que hoy día la piscina cumple los caprichos de los adultos (quienes votan y pagan impuestos y que en general son mejores en expresarse y hacer saber lo que quieren al gobierno municipal) en lugar de los caprichos de los niños (quienes pueden ser perfectamente menos astutos cuando se trata de presionar a sus representantes políticos). En este momento hay 15 sesiones a la semana de natación en carriles (a las cuales los niños casi nunca asisten) y cuatro clases de natación comunitaria (a la que van casi todos los niños).
Cuando fui a la piscina en un día de natación comunitaria, el lado menos hondo de la piscina estaba lleno de padres de familia con sus hijos. Algunas personas se aventuran al lado hondo –una pequeña niña de alrededor de cuatro años estaba decidida a ir al lado hondo y parecía dominar el agua en su traje de baño de colores como si fuera una gomita de dulce en una misión; un par de adolescentes coqueteando y nadando en ropa interior. Aturde y alegra pero también es caótico. Con dos salvavidas a cargo de la piscina llena de nadadores en carriles se siente como si fueran muchos salvavidas. Dos salvavidas a cargo de una piscina llena de niños se siente como si faltaran salvavidas.
“Cuarenta niños gritando en la maldita piscina y uno es la persona que tiene que ayudarlos”, dijo desanimadamente el salvavidas suplente. “Uno siempre está buscando al débil. Siempre en busca del que no ha pasado su prueba de natación y que está intentando ir a la parte honda de cualquier forma. Tratamos de que los niños hagan vueltas en lugar de sólo salpicar el agua. Hay niños de cinco años en equipos de natación que hacen vueltas. Son como tiburoncitos”.
6:15 p.m.
Mientras Garfield estuvo cerrada, el salvavidas suplente fue a la piscina de la Misión y paso las vacaciones con otro salvavidas, tomándose turnos ahogándose y rescatando uno al otro. Hace esto de una forma predeterminada. Tienen que actuar como una persona se ahogaría en realidad, o sea, como alguien que accidentalmente un salvavidas no pueda salvar.
“No se trata de improvisar. Se trata de poder ver el problema y poder solucionarlo como lo han enseñado en el Capítulo de la Cruz Roja en el Área de la Bahía. Uno tiene que chiflar de cierta forma. Si uno ve a alguien ahogándose, uno tiene que decir “alguien vigile mis aguas”, señalar hacia dónde uno va a saltar y después saltar con el salto aprobado de la Cruz Roja.
“Uno tiene que alcanzarlos por atrás. De otra forma lo ven a uno y te saltan y te derriban. Uno lo hace para proteger a la ciudad para la que uno trabaja. Uno no quiere que demanden a la ciudad”.
6:12 p.m.
“Ya sé”, dijo la salvavidas suplente. Las reglas de la piscina indican que los clientes deben pagar con el cambio exacto, y poner el dinero en una ranura de acero inoxidable en la base de la ventanilla de boletos. Cualquier discrepancia entre el dinero en la caja con candado debajo de la ranura y el número de usuarios de la piscina y uno empieza a sospechar de actos ilícitos.
Una mujer vino y dejó un fajo de billetes de a dólar en la ranura demasiado rápido como para que el salvavidas los contara. Por lo tanto ha creado un mecanismo a prueba de robo y pone dos plumas Bic en la ranura para evitar que la ranura este llena de billetes de a un dólar. El fajo todo arrugado ya desdoblado y visto con más detenimiento muestra que son sólo $2 dólares.
“Ah”, dice el salvavidas, “esa mujer y yo. Vamos a tener una plática. Esta es la piscina de recaudación de fondos, sabes”.
6:54 p.m.
“¿Le gusta la piscina?” me pregunta una mujer detrás de la puerta de la sala de vestidores que dice “Mujeres” y “Muchachitas”. “Está muy sucio. ¿Ha visto esos ganchos en la sala para cambiarse? Yo los puse… vine con un taladro para concreto porque mi toalla siempre se estaba cayendo al piso”.
7:01 p.m.
La piscina está cerrada. El sol está bajando, la luz se filtra a través de las ventanas del oeste y la piscina se vuelve de un color turquesa luminoso. Pienso en otra cosa que Jane Wilson dijo cuando estábamos hablando de cuando la piscina había cerrado por remodelación. “Cuando la piscina cerró, lo que perdimos no sólo fue la natación. Perdimos una civilización. Y ahora la hemos recuperado”.
You matter. Every $ you give helps us cover the city.
We rely on you, our readers, to fund our journalism.