Traducido por Andrea Valencia

De la Primera a la Tercera Entrada: Pónganlo de Negro

El 4 de agosto de 1775, los españoles navegaron hacia la Bahía de San Francisco por primera vez. Al haber rodeado la península, vieron a tres ohlones en la costa de la Bahía de la Misión que parecían estar llorando. De acuerdo con una versión de la historia, sus cuerpos estaban pintados con una substancia parecida al alquitrán o envueltos en una piel negra de animal. Los españoles no tenían idea de qué pensar de lo que veían.

Una mirada hacia el futuro en 235 años. Una neblina friolenta envuelve a la ciudad mientras miles de personas bajan al Arroyo Misión para observar un juego de béisbol entre los Padres de San Diego y “sus” Gigantes de San Francisco. Los Gigantes le ganaron ayer a los Padres, entonces ¿por qué está tan tranquilo, y por qué la mayor parte de los admiradores visten de negro?

Si tan sólo estuviera fresco y sombrío afuera del estadio pero adentro hace calor, es ruidoso y se ve de un color anaranjado brillante. Miles de niños corretean, todos en jerseys color naranja con el número 55, el número usado por su héroe, el lanzador de los Gigantes que comienza el juego: Tim Lincecum. Para el béisbol de antaño, Lincecum parece ser un aspirante a hipster de mala estatura y mal alimentado proveniente del área suburbana post-grunge de Seattle. Pero para los niños, quienes saben todo, él es el Freak, el mejor lanzador en la liga y jugador clave para las esperanzas de los Gigantes de llegar a las eliminatorias –hasta hace dos meses.

Fue entonces cuando el Hipster comenzó a lanzar y el Freak comenzó a desaparecer. El Hipster, interesado en la música, la meditación y el melodrama trabaja en el desarrollo de su rudeza mental. El Freak prefiere jugar a lanzar pelota. Entonces, ¿quién se apodera del montículo en la primera entrada de hoy? Nadie más que el mismísimo Freak con una bola rápida que zumbaba alrededor de las 92 o incluso 93 mph, y un cambio de velocidad que pareciera como si se cayera de la tierra. El Freak lo poncha.

En la segunda entrada, Chase Headly camina en cinco lanzamientos. ¿Qué le pasó al Freak? Ni pregunten. El Hipster se ha apoderado del montículo y no puede ubicar su bola rápida. Su velocidad es lenta y la bola rápida, su lanzamiento central se ha convertido cada vez más en algo no confiable. La velocidad de la bola funciona, pero sin una bola rápida la velocidad no funciona. Lanza algunas bolas curvas, pero no sirven de nada para escribir sobre ellas.

En el palco para prensa, como dijo Bob Dylan en “Ballad of the Thin Man”, los comentaristas de deportes saben que algo está mal pero no saben qué. Las explicaciones psicológicas, la salvaje especulación y la conspiración descabellada abundan en voz baja. A continuación, una muestra:

  • Está lastimado.
  • Está preocupado por el peso de su gigantesco contrato.
  • Está molesto de que su contrato no es suficiente.
  • Lo están chantajeando los Traficantes.
  • Se está rebelando contra su padre.
  • Está escuchando a Barry Zito.
  • No puede aguantar la presión de ser “la franquicia”.
  • Quiere irse a Cleveland.
  • No puede dejar de pensar en sexo.
  • Piensa demasiado en sus tácticas de lanzamiento.
  • No lee. (En realidad, es la opinión de mi madre.)
  • Está creciendo.

26 lanzamientos más tarde, la entrada termina. Los jugadores de los Gigantes tratan de alentar la confianza en su jugador clave, pero después de cuatro carreras se nota que intentan demasiado fuerte. Pablo Sandoval, quien quiere realizar una doble jugada, lanza la bola directo hacia el jardín derecho y apunta otra carrera.

Buster Posey, por otro lado, le da a un jonrón doble en el jardín central. Los Gigantes pueden realizar un déficit de tres carreras –si tan sólo el Freak pudiera regresar.

Entrada Cuatro a la Seis: Una lección del Mago

Pero el Freak ha terminado; Lincecum regala otra carrera y cae en el gancho. La esperanza desaparece cuando el principiante José Guillén le da a una bola hacia el Callejón Triple. Pero corre de manera chistosa, como si una de sus extremidades no estuviera funcionando, y lo sacan en la tercera. Andrés Torres realiza otra atrapada emocionante en el centro antes de que los Padres pudieran haber anotado otra carrera.

Es un día muy bonito para la crítica de los medios de comunicación, por lo que me dirijo hacia las gradas en donde conocí a un muchacho que había ido al campamento de basquetbol dirigido por el entrenador de UCLA John Wooden, el famoso Mago de Westwood. Por supuesto que el mago tendría una perspectiva de lo que sucede con nuestro Debilitado Jugador Clave. “Caballeros”, diría el entrenador a sus participantes de once años en el primer día del campamento, “Ahora les voy a enseñar la lección más importante en todos los deportes: Cómo ponerse los calcetines y zapatos”. Genial, pero ¿y eso qué tiene que ver con Lincecum?

“Apuesto a que Timmy tiene una ampolla en su dedo gordo”, dice el muchacho.

“Quiero que me regresen mi dinero”, grita otro tipo en otra sección, y le aplauden. Aún así, esperamos en las gradas para que haya un relámpago en un día bueno y soleado. Esperamos a que los Gigantes bateen.

De la Entrada Siete a la Nueve: A Jugar Pelota

El New York Times publicó un artículo sobre el enfrentamiento de los Padres-Gigantes esta mañana. Como la mayor parte del reportaje del Times en el Área de la Bahía, el artículo mantiene su distancia en cuanto a tiempo y espacio. Por ejemplo, decía que los Padres y los Gigantes “intentan ganar con la misma formula poniendo énfasis en el lanzamiento y en la defensa…” Así fue a comienzos de la temporada, y sigue siendo así para los Padres, pero la formula no ha estado funcionando últimamente para los Gigantes, quienes cada vez más dependen de los bateadores así como los motivadores de su lanzamiento (hoy día, la defensa contribuyó con dos errores y una mala jugada). Desafortunadamente, los bateadores de los Gigantes no son Terroristas del Bronx. Pat Burrell, héroe de la serie de los Cubs con bateo clave tras bateo clave, poncha para terminar un juego que se había terminado en la segunda entrada.

De camino a casa por el Parque del Arroyo Misión, vi al Freak como un adolescente eterno sentado a solas y con una mirada desalentadora mientras tiraba la bola de béisbol repetidamente en su guante. Me senté durante un rato y luego le pregunté si quería jugar a lanzar la pelota. Nos lanzamos la pelota varias veces hasta que la neblina poco a poco se apoderó de lo que alguna vez los españoles llamaron “La Ensenada de los Llorones”.

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Mark Rabine has lived in the Mission for over 40 years. "What a long strange trip it's been." He has maintained our Covid tracker through most of the pandemic, taking some breaks with his search for the Mission's best fried-chicken sandwich and now its best noodles. When the Warriors make the playoffs, he writes up his take on the games.

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