Tiffany Carter, La Cocina graduate and owner of food business Boug Cali delivers meals to Larkin Street Youth Services

Traducción de Sandra Gutiérrez

En La Cocina, una organización sin fines de lucro que sirve de incubadora para emprendedores de bajos ingresos en el ámbito alimenticio, la primavera significa afinar detalles como qué precio ponerle a los artículos del menú, cómo poder reproducir las recetas a gran escala y cómo diseñar el restaurante ideal. Es un proceso creativo, difícil y emocionante en el que tener un lugar en el programa de La Cocina significa formar parte de una minoría de emprendedores o inmigrantes que tienen una gran posibilidad de tener un negocio exitoso. 

En enero ya había empezado una nueva clase de siete personas y 27 emprendedores más ya estaban en diferentes etapas de sus proyectos.

Fue entonces cuando llegó el virus. El impacto que tuvo fue inmediato. Los negocios convencionales cerraron y las oportunidades de catering pararon. “Todo eso desapareció”, dijo Consuelo Reyes Lopez, trabajadora de La Cocina. 

En los más de tres meses que han pasado desde ese día, tanto La Cocina como sus estudiantes y graduados han tenido que reinventarse. Para La Cocina, esto ha significado un reto en relación a la recaudación de fondos y cómo encontrar formas de apoyar a la gran comunidad de graduados que tienen. Para los graduados, esto ha significado innovar ideas, luchar por mantenerse a flote y meditar el papel que juegan en plena crisis. 

La organización, que tiene 15 años de existencia, se enfocó primero en la recaudación de fondos. Además dejó de cobrar por el uso de las instalaciones de cocina, ajustó el horario para poder realizar sus operaciones con distancia social y aprovechó una necesidad humana básica: el hambre. 

“Todos necesitamos comer,” dijo Geetika Agrawal,  directora de programas de La Cocina. Agrawal añadió que organizaron a un grupo de emprendedores en rotación para llenar cajas de comida de $100 con artículos frescos y congelados. Vendieron entre 100 y 200 cajas por semana y las ganancias van directo a los emprendedores.  

La recaudación de fondos que hicieron para un fondo de emergencia fue tan exitosa que permitió dar cerca de $11,000 en remuneraciones a la mayoría de sus graduados. Además, el personal ha ayudado a los mismos con solicitudes de préstamos, acuerdos de arrendamiento y otros asuntos técnicos.

En las reuniones virtuales semanales de La Cocina, los emprendedores y trabajadores hablan de lo que les preocupa y comparten ideas.

Todo esto ha contribuido, además, un lugar que anima a los emprendedores crea un espacio para permitir que la gente tenga  iniciativa. 

“Nuestros emprendedores son un grupo de sobrevivientes”, dijo Blake Kutner, gerente culinaria de La Cocina. “Son inmigrantes y mujeres de color y todos llegaron con bajos recursos a nuestro programa”.

“Como con todo lo demás, siempre han encontrado su camino”, dijo Kutner.

Pongamos el ejemplo de Reyna Maldonado.

Hace quince años, la mamá de Maldonado comenzó a vender tamales en la calle Misión lo que le permitió salir adelante al vender a organizaciones sin fines de lucro y en el distrito escolar de su hija. “Nos dimos cuenta que tenía muchos seguidores”, dijo Maldonado. “Pero necesitábamos que nos asesoraran y que nos dieran apoyo para formalizar nuestro negocio”. 

Hace dos años se unieron a La Cocina. Cuando llegó la pandemia estaban planeando mudarse de La Guerrera’s Kitchen en Fruitvale a otro lugar en Oakland. 

No obstante, todo eso pasó a segundo lugar cuando llegó la pandemia y el reto inmediato era sobrevivir. Maldonado y su madre pronto llegaron a un acuerdo con una cervecería cercana para hacer y empacar órdenes en la cocina de la cervecería. 

Antes del COVID, Tiffany Carter, una graduada de La Cocina, estaba en el camino al éxito. Su Boug Cali, un establecimiento de tres años que sirve comida criolla, había logrado tener un quiosco en la Chase Arena y pronto iba a establecer otro en el proyecto de La Cocina, el Tenderloin Food Hall. Y entonces, todo se detuvo, dijo ella, “No sabía qué esperar. No sabía qué estaba pasando”. 

Decidió poner en pausa todo por dos semanas. No sabía qué pensar entonces y aún no lo sabe. Sin embargo, La Cocina la llevó a cocinar de nuevo con su programa de cajas de comida. “Fue mi primera oportunidad de volver a trabajar”, dijo ella.   

Encontró mayor sustento en la comunidad del Tenderloin que llegó a conocer a través del proyecto del Food Hall.  Pronto, ya tenía contratos de corto plazo para entregar comidas a organizaciones en el vecindario como la San Francisco AIDS Foundation y Larkin Street Youth Services. Aunque varía, está entregando comida a un promedio de 300 personas por semana a un costo de $10 por comida, mencionó ella. 

Para otro de los graduados, Luis Estrada, su mayor preocupación ha sido mantener el local de D’Maize,en la calle 24, donde ha estado desde hace casi 5 años.

Luis Estrada, propietario de D’Maize, en el local de su restaurante durante la pandemia.

Al principio de la pandemia, había cerrado pero volvió a abrir en mayo gracias al programa de protección de nómina (Payroll Protection Program).

Pero “desafortunadamente es un fondo muy limitado”, dijo Estrada, “es principalmente para los empleados y para algunos servicios o gastos”. 

La Cocina lo apoyó con fondos y también ha podido contribuir con pupusas a las cajas de comida.  

La reciprocidad es un rasgo común entre los emprendedores de La Cocina. En ocasiones esto les ha dado ganancias monetarias. Pero, a algunos, la experiencia con el COVID los ha hecho pensar en grande. 

Casi al comienzo de la crisis, Maldonado se unió con Mission Meals, un colectivo de voluntarios que da comida preparada y despensas a hogares que no tienen asegurada la comida en San Francisco y Oakland.  

A Maldonado le gustó la transparencia del modelo, que utiliza principalmente donaciones de la comunidad que se hacen a través de Venmo. En promedio, Maldonado y su mamá han hecho de 60 a 70 tamales por semana para 10 a 15 familias en Oakland.  

Incluso si hacen un poco más de comida para estas familias, no aceptan que Mission Meals les pague más de $150 por semana. Maldonado dijo que el dinero no es tan importante para ellas, además de que han podido mantenerse bien con las órdenes para llevar que les llegan. 

 “Esto nos ha hecho pensar realmente en cómo podemos crear un acceso sostenible a la comida para comunidades que por lo general no lo tienen”, dijo ella. 

Agrawal dice que a partir de ahora su enfoque será apoyar a su equipo actual de emprendedores y graduados. Piensa formalizar y mejorar la parte de apoyo a graduados de la organización. 

“Solo siento que la actividad principal que hacemos en La Cocina realmente contribuye al crecimiento de emprendedores pues crea oportunidades y realmente se lucha porque tengan oportunidades equitativas en el mercado”, dijo Agrawal, “porque sabemos que una vez que las personas tengan el producto en su boca y en sus manos, van a quedar sorprendidas”.

“Y ahora solo tenemos que encontrar nuevas maneras de lograr que suceda,” dijo.  

En cuanto a los siete nuevos emprendedores que estaban en el programa ahora suspendido, no está claro cómo será el plan de estudios en el futuro. López dijo que “va a cambiar por completo”, una vez que puedan reiniciar el programa”.

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